lunes, 25 de junio de 2012

América Latina: integración y contra-democracia.

Loma del Capiro. Santa Clara.

Los grupos de poder en la América Latina (oligarquías ultra conservadoras), están a la ofensiva en varios países, entre ellos, Bolivia, Chile, Venezuela, Honduras y Perú, con la más reciente incorporación de Paraguay. Los innovadores mecanismos de integración, UNASUR y la CELAC, a pesar de los esfuerzos que han venido realizando no han  podido frenar la tendencia agresiva de la derecha latinoamericana que amenaza con pasar factura a los procesos democráticos que han tenido lugar.

Se les plantea a los actuales procesos democráticos una revisión a fondo de lo que últimamente se ha dado en llamar gobernabilidad, pues la contra-democracia ha operado al amparo de las instituciones creadas en cada uno de esos países; apoyándose  financieramente en las oligarquías nacionales y en los capitales que desde los Estados Unidos fluyen a través de diferentes organizaciones, una veces al amparo de las leyes establecidas y en otras transgrediéndolas, como puede ser el caso de la USAID.

La contra revolución latinoamericana, en su búsqueda de variables, ha recurrido a las instituciones creadas para enfrentarlas al propio estado, un ejemplo de ello es el de la  Policía en Ecuador y Bolivia,  constituyen los casos más recientes en los que se ha utilizado a este cuerpo para desestabilizar y de ser posible derrocar los gobiernos legalmente constituidos; en ello ha correspondido un papel clave a los medios de información(pro oligárquicos) para crear las bases sociales de apoyo  en las intentonas de golpes de estados, que ahora parecen adoptar nuevas formas.

Los acontecimientos más recientes muestran  que en  los países donde se han producido  tendencias integracionistas y anti-imperialistas, no han podido encauzar un amplio movimiento de masas (Venezuela como excepción) que contrarreste tales intentos, ni han ejecutado una revisión a fondo de las instituciones que tradicionalmente han venido a ser el soporte de la las oligarquías en la América Latina; lo que constituye una constante amenaza a los procesos democráticos.

 La desarticulación de los movimientos sociales, organizaciones democráticas y partidos de izquierda, han hecho posible que la derecha pueda tener un campo de acción en los actuales procesos que tienen lugar, facilitando su accionar, comprando líderes sociales, desuniendo movimientos, y denigrando las instituciones gubernamentales desde dentro, todo ello dentro de los marcos legales establecidos.

La no democratización de gobiernos y hasta del propio estado ha actuado como agente facilitador  de la oligarquía  latinoamericana; resulta absolutamente imposible mantener las estructuras tradicionales con las tendencias integracionistas; por su esencia, la oligarquía es anti popular, anti-integracionista y pro imperialista. 

Los acontecimientos ocurridos en Paraguay; donde el Parlamento dispuso la deposición del Presidente Fernando Lugo, no hace otra cosa que afirmar la vieja tesis marxista-leninista acerca de la importancia de una toma efectiva del poder, en procesos democráticos que  han constituido un gobierno de representación popular a través de elecciones.

No se puede obviar que muchas de las instituciones que hoy existen en  varios países fueron creadas en tiempos de dictadura y terror, que no han renunciado a sus fueros; donde los interés locales, regionales y nacionales adoptaron una comunión  de aspiraciones contra todo intento de reforma o renovación que pusiera en peligro sus interés; de ahí que el actual proceso integrador que se impulsa, constituya su principal preocupación, pues implica la convocatoria a la participación efectiva de las grandes masas en una construcción diferente desde la constitucionalidad establecida.

Dos tendencias parecen visibles hoy en el contexto latinoamericano, una representada por los países del ALBA (integradora), que gana en credibilidad y prestigio en el continente y otra que agrupa a países que (estando en mecanismos como UNASUR-CELAC) se aferra a los viejos tiempos, países que asumen de palabra la integración, pero no la hacen efectiva, pues tienen un fuerte vínculo a las oligarquías nacionales y a los Estados Unidos, provocando una fisura en el bloque latinoamericano de países.

No se puede en ningún caso dejar de señalar que dentro de los marcos institucionales, existe un mecanismo continental de relación interamericana, expresado en la figura jurídica de  la Organización de Estados Americanos, que desde 1948 ha servido de soporte a la política norteamericana hacia la América Latina, donde agresiones, dictaduras, masacres, golpes de estados, entre otros, no han sido sancionados; que en el mejor de los casos puede considerarse como una fiel copia de la doctrina Monroe; pero donde las oligarquías latinoamericanas, siempre han encontrado una fiel colaboradora, pues en esencia han contribuido a la expansión de sus propósitos, que no son otros que los del gran capital norteamericano, de ahí su gran relación de dependencia y de resistencia a los nuevos cambios que tienen lugar en el continente. No es de extrañar entonces que no exista un pronunciamiento crítico y exigente de esta organización hacia el Parlamento Paraguayo; como no lo hubo contra el golpe de estado contra Manuel Zelaya en Honduras; porque en esencia, representa los intereses de los Estados Unidos, y no los de los pueblos latinoamericanos; porque es por  naturaleza  anti-integracionista, anti popular, anti democrática, y ¡ni mencionar el socialismo ¡

Más habría que preguntarse si la actual situación de desenfreno anti democrático es coyuntural o aislada; ni lo uno, ni lo otro; son evidente los planes de concertación a nivel de continente, porque es la alternativa ante un movimiento de progreso que también es a nivel de continente, donde se encuentran  encubiertas las disposiciones desde la Casa Blanca y el conglomerado de agencias que la rodean; en resumen que obedecen a una política de desestabilización; como pruebas de último minuto podrías señalarse la instauración de una red de bases militares en América Latina y la solicitud de adhesión de los Estados Unidos a la llamada comunidad del  Transpacífico. En tanto el viejo slogan sigue presente: dividir para vencer.


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