martes, 6 de junio de 2017

¿La tercera vía?

Reproduzco integramente dos artículo sobre la llamada "tercera vía" en Cuba, tomados ambos del sitio digital Cubadebate. Reflexiones en definitva sobre el proceso revolucionario cubano y su continuidad histórica, retos y perspectivas.

La tercera vía o centrismo político en Cuba

Desde ya hace algún tiempo se ha estado moviendo, esencialmente en medios digitales, la idea de un “centrismo político” en la Cuba de hoy, como parte de una de las estrategias de Estados Unidos por subvertir el modelo socialista Cubano, ante los rotundos fracasos y el desprestigio de la llamada “contrarrevolución cubana”.

Uno de los cables revelados por Wikileaks en el 2010, mostró como Jonathan Farrar, en ese momento Jefe de la Sección de Intereses de Washington en La Habana informó al Departamento de Estado el 15 de abril de 2009, como esa “oposición” realmente estaba desconectada de la realidad cubana, no tenía ningún poder de influencia en los jóvenes, y estaba más preocupada en el dinero que en llevar sus plataformas a sectores más amplios de la sociedad.

El centrismo político en su origen es un concepto de raíz geométrica: el punto equidistante de todos los extremos. Supuestamente sería una posición política que se colocaría entre la izquierda y la derecha, entre el socialismo y el capitalismo, una tercera vía que hace “conciliar las mejores ideas” de los extremos que le dan vida y donde se postula la moderación frente a cualquier tipo de radicalismo.

Lenin calificó esta postura de “utopismo traicionero producto del reformismo burgués”. Y es que ciertamente las denominadas terceras vías, o centrismos, nunca han sido una opción revolucionaria, sino estrategias para instaurar, salvar, recomponer, modernizar o restaurar el capitalismo.

Cuando se pondera la moderación frente al radicalismo revolucionario cubano –que es ir a la raíz, para nada asociado al extremismo que es otra cosa- , me es inevitable no encontrar determinadas analogías entre ese centrismo que hoy se intenta articular en Cuba, con el autonomismo decimonónico.

El autonomismo como corriente política surge desde la primera mitad del siglo XIX, pero se conforma como partido político a partir de 1878, como uno de los frutos que produjo la revolución del 68. Fue una corriente que compartió tiempo histórico con el independentismo, el integrismo y el anexionismo. Era la corriente por excelencia de la moderación, de la evolución, enemiga de los radicales independentistas cubanos. Asumían una posición también “equidistante”, entre el integrismo –la defensa del status quo- y la independencia, pero en momentos de definición, cerraban filas junto al integrismo para frenar y atacar la revolución, la cual consideraban el peor de los males.

Algunas figuras célebres del autonomismo terminaron compartiendo las ideas anexionistas al producirse la intervención-ocupación estadounidense en Cuba. Sus principales líderes brillaron por sus dotes intelectuales, eran grandes oradores, pero con un pensamiento de élite, esencialmente burgués, de ahí que jamás pudieron arrastrar detrás de sí a las masas cubanas. El pueblo cubano en ese momento lo menos que necesitaba era ideas de laboratorio, de ahí que cuando se produjo la nueva arrancada independentista de 1895, el partido autonomista quedara totalmente descolocado ante la nueva realidad nacional.

El autonomismo defendió un nacionalismo moderado y excluyente de las grandes mayorías, cuyas aspiraciones fundamentales no estaban en romper el vínculo con “la madre patria española”, sino en modernizar su dominación en la Isla, no en el balde la vanguardia patriótica cubana, encabezada por José Martí, combatió tanto sus ideas. El 31 de enero de 1893, en uno de sus extraordinarios discursos, Martí expresó: “…dábase el caso singular de que los que proclamaban el dogma político de la evolución eran meros retrógrados, que mantenían para un pueblo formado en la revolución las soluciones imaginadas antes de ella…”.

Sin embargo, la idea de apoyar en Cuba una tercera fuerza –moderada, de centro o tercera vía- adquirió mayor fuerza en la política exterior de Estados Unidos a finales de los años 50, con el objetivo de evitar que el movimiento 26 de Julio llegara al poder, algo que se convirtió en una obsesión para la administración Eisenhower en los últimos meses del año 1958. Esta tendencia debía estar en una posición equidistante entre Batista y Fidel Castro y se estimuló su desarrollo tanto en el plano militar como el político. La estación local de la CIA en La Habana fue la primera en manejar esta idea y luego sería su principal ejecutora.

Así lo confirma el oficial David Atlee Philips en su libro autobiográfico The Night Watch, cuando señala que James Noel -a la sazón jefe de la estación local de la CIA en la capital habanera- le había informado en una de sus pocas frecuentes reuniones, sobre su recomendación al gobierno de los Estados Unidos de patrocinar discretamente la acción de una tercera fuerza política en Cuba, “un grupo entre Castro a la izquierda y Batista a la derecha (…)”.

En febrero de 1958 se había incorporado al II Frente Nacional del Escambray que dirigía Eloy Gutiérrez Menoyo, el agente de los servicios secretos estadounidenses, William Morgan, que tenía la misión de convertirse en el segundo jefe de aquella guerrilla, algo que logró en poco tiempo al igual que sus grados de Comandante. Morgan no sería el único agente que infiltró Estados Unidos en esa zona con la intención de estimular una tercera fuerza guerrillera que pudiera enfrentarse e imponerse en determinada momento a las fuerzas de la Sierra Maestra lideradas por Fidel Castro.
Estados Unidos también se involucró en otros complots donde se manejaron diversos nombres de figuras que podían integrar una opción política que arrebatara de las manos a Fidel Castro el triunfo revolucionario, entre ellas: el coronel Ramón Barquín, Justo Carrillo, jefe de la Agrupación Montecristi, y Manuel Antonio, Tony, de Varona. Todavía el 23 de diciembre de 1958, en una reunión del Consejo de Seguridad Nacional, Eisenhower expresaba su esperanza en el crecimiento, fortaleza e influencia de una “tercera fuerza”.

La creación de una “tercera fuerza” no solo era promovida por los Estados Unidos, sino también por algunos políticos que la propugnaban a lo interno. “La Tercera Fuerza –señala Jorge Ibarra Guitart- fue un movimiento de instituciones cívicas privadas que representando el sentir de sectores importantes de la burguesía y la pequeña burguesía promovió gestiones de paz y conciliación con el régimen.

El impulsor, bajo cuerdas, de todas las gestiones fue José Miró Cardona, quien desde la Sociedad de Amigos de la República ya había planeado la táctica de movilizar a las instituciones burguesas para forzar al régimen a llegar a un acuerdo. Este era el momento de poner en práctica dicha táctica, pues había circunstancias que la favorecían: la burguesía, al notar que cada día más organizaciones revolucionarias ganaban terreno, estaba alarmada por el peligro que representaba para sus intereses políticos y económicos el desarrollo de una guerra civil con una participación popular activa”.

Al resultar imposible para los Estados Unidos lograr evitar el triunfo de la Revolución Cubana y la llegada al poder de las fuerzas del 26 de julio, en los primeros meses del año 59 el objetivo fundamental de Washington consistió en respaldar y aupar a las figuras que dentro del gobierno revolucionario se consideraban “moderadas”, de centro, frente a los que calificaban de “extremistas”, para a través del predominio de esta línea evitar que la Revolución profundizara su alcance social.

Cuando Fernando Martínez Heredia, señala que en Cuba existe hoy un nacionalismo de derecha con pretensiones de centro que tiene “una acumulación cultural a la cual referirse”, está haciendo mención a la larga historia de ese nacionalismo que tiene en el plano de las actitudes políticas antecedentes en el autonomismo; que durante los años de la República Neocolonial Burguesa admitió y defendió la dominación, y que en muchas ocasiones fue utilizado por el propio gobierno de los Estados Unidos, con el propósito de frenar, evitar o lograr situaciones posrevolucionarias que mantuvieran a salvo las estructuras de dominación capitalista en Cuba, bajo mejores consensos.
Hoy vemos como ese nacionalismo de derecha que se estimula por quienes nos adversan, bajo el ropaje engañoso de centrismo, no tiene otro objetivo que el intento desesperado de restaurar el capitalismo en Cuba. Una vez más, será un ensayo frustrado, pues el principal obstáculo que siempre ha enfrentado esta corriente, es que jamás ha logrado anclar sus ideas en el pueblo. Ese pueblo que en su mayoría ha abrazado a lo largo de la historia la tradición independentista, patriótica, nacional-revolucionaria y antiimperialista; jamás la del autonomismo, el anexionismo o el nacionalismo de derecha.

Centrismo político: Cuba no ha mordido el anzuelo.
Por: Paul Sarmiento Blanco

El 31 de mayo, se publicó un artículo del Investigador e historiador cubano Elier Ramírez, sobre la llamada tercera vía en Cuba. Se basa el profesor en elementos históricos y teóricos de las diferentes fuerzas políticas que a lo largo del proceso histórico cubano han pujado por la solución al problema nacional.

Coincido en su mayoría con los juicios emitidos por Ramírez. Pero no debemos tenerle miedo al debate. Además, no podemos ni debemos temerle a la llamada “oposición cubana”, la cual no existe y, eso lo sabe perfectamente la Embajada estadounidense en La Habana y las demás embajadas occidentales que promueven de forma sutil la aparición en el escenario político cubano de una tercera fuerza.

No existe tercera fuerza política e ideológica en Cuba: o se está con el proceso de actualización del modelo cubano o no se está. Digo esto, porque lo fundamental en esta coyuntura actual es meterse de lleno en el apoyo real al proceso de acomodamiento de nuestro modelo, que dicho sea de paso, es un híbrido. Hibrido en el sentido de que existen diferentes formas de propiedad, incluso la privada, aunque tratemos de disminuir y opacar su impacto, pero con eso no ganamos la batalla. Híbrido porque ideológicamente tenemos un marxismo abierto, sano, poco dogmático o menos dogmático que en los años 80. Híbrido porque son mezcladas las formas de pensar y debatir.
En el fondo, no hay posiciones centristas en la política cubana. Aunque las personas se llamen así, al final responden o no a una de las dos grandes decisiones y posiciones de la actualidad: defender o no la continuidad de la Revolución.

La Tercera Vía desde la perspectiva doctrinal ha tenido más representantes en Europa que en los Estados Unidos. Por ejemplo, cuando la Unión Europea mantenía su postura hostil hacia Cuba durante muchos años –postura que comenzó a enmendar desde hace tres –exigía a la Isla implementar la llamada tercera vía o vía de Anthony Blair. Se decía que los cubanos debían abrirse al pluripartidismo y a la economía social de mercado a través de diferentes planes de desmontajes del socialismo.

Pero Cuba no ha mordido el anzuelo. Sencillamente, en política, estás de un lado o estás del otro. En los puntos más neurálgicos del socialismo cubano o estás con la actualización del proceso que es lo que más nos interesa a la gran mayoría o estás con los grupúsculos que defienden la vía capitalista al estilo occidental.

Creo que ahí está la cuestión. No tengamos miedo al debate político. Hay cosas que no se pueden evitar. Una Revolución siempre tendrá su contrarrevolución desde la francesa hasta la bolivariana. Y en el medio quedan los indecisos, los morosos y los supuestos apolíticos, pero esos, de acuerdo a las necesidades del contexto siempre giraran en posición adversa al problema nacional a resolver.

La actualidad política cubana está matizada porque en 2018 tendremos la continuidad del proceso de cambio generacional dentro de los mandos más importantes del gobierno. A partir de aquí se abrirá una etapa que tratarán de aprovechar los ideólogos de la Tercera Vía, tratarán de revertir las bases de la Revolución. Entonces para nosotros no hay tercera vía, para ellos tampoco; la lucha ideológica continua.

El futuro liderazgo del país debe saberlo, y debe revolucionarse y reformularse en nuevos escenarios. Esa seguirá siendo la batalla principal en la consolidación de la independencia cubana: mantener la opción socialista saludable, abierta, sostenible, no ya en el discurso, sino en la práctica terrenal.


viernes, 2 de junio de 2017

Las tristezas de París

La comunidad internacional, occidente en particular, ha destripado hasta la saciedad sobre el programa nuclear de Corea del Norte, sus continuos ensayos, el perfeccionamiento continuo de sus cohetes portadores, sistemas de guiado, autonomía, y sus alcances. La confrontación entre las dos Coreas, devino en confrontación con los Estados Unidos. Inadmisible para la principal potencia del planeta el perfeccionamiento acelerado de los norcoreanos, que con viento en popa y a toda vela no escucha las llamadas de sus principales “socios” de la región sobre la suspensión de los ensayos y del programa nuclear. 

 La diplomacia rusa como la china, están en un serio aprieto, aunque a medidas, coinciden con los Estados Unidos en ese particular asunto, sin poder remediar o detener el empuje de la llamada Corea Democrática. Suenan por ello las campanas de la guerra en una península abarrotada de  portaviones, destructores, cohetes, y otros tantos medios de combate; el reto pone a la humanidad ante una catástrofe.

Una bomba de tiempo se mueve en el nuevo escenario de las relaciones internacionales amenazando la existencia humana. La reciente decisión de los Estados Unidos de abandonar el Tratado de París sobre Cambio Climático, es tan dañino como cualquier programa nuclear-armamentista- en desarrollo. No se trata de estar o no con el tratado, sino del actor,  Estados Unidos es el principal agente contaminante del planeta, a la vez que el mayor inverso en el proceso de reducción de la contaminación global; su responsabilidad en tal caso es histórica,  esgrimir las causas de tal acto a afectaciones a la economía y el desarrollo para abandonarlo, es ante todo  irresponsable en el orden político, máxime cuando el tratado había sido firmado por 147 naciones, la mayoría del conglomerado que hoy tiene asiento en la ONU, con solo dos excepciones importante  de mención: Siria y Nicaragua.

París divide a occidente, Europa y su “unión”  tan flexible se desconcierta, no solo por la decisión, sino por los constantes desvaríos de la administración Trump, que hace de la  política un juego comercial de ganancia y pérdidas, costos y beneficios. Sin esperanzas de poder hacer realidad un tratado Trasatlántico de libre comercio; empujados a  consumir el 2% del PIB en gastos militares, tendrá que repensar no solo en la debilitada Unión Europea, sino en las relaciones con los Estados Unidos; encarar nuevos retos ante nuevas circunstancias no previstas por los teóricos y políticos europeos.

La decisión norteamericana viene producirse en el preciso momento en que Inglaterra pone marcha a la separación, implicando un profundo costo para la Unión, un alto sacrificio para el desmontaje de todo el sistema económico-político, con fuertes implicaciones sociales para el continente y la  propia Inglaterra, sedimentando el “gusto” separatista para tiempos venideros.

Por otra parte a Europa no le quedará más remedio que anular las sanciones contra Rusia, de no hacerlo, podría quedar atrapada por el aislamiento, aún cuando ha apostado por establecer amplias relaciones con China, segundo agente contaminante del planeta, comprometido con su reducción.

 La brecha producida en occidente dará orientación a una mayor relación Rusia-China, a la vez que un mayor acercamiento a la Unión Europea. Europa no podrá sostener el ritmo acelerado de desarrollo que se plantea para la zona centro-asiática y el Pacífico, de ahí su disyuntiva y nuevas tendencias que en el orden político tendrá que revisar, pues el proteccionismo trumpista no le da otra opción.

Así París, “sus luces”, oscurecen el escenario europeo.