lunes, 3 de agosto de 2015

Neo anexionismo: anti-revolución, anti-cultura.

Un emigrante cubano me aborda el tema del anexionismo en Cuba después del 1 de enero de 1959,   le sugiere que ha estado presente siempre en una parte de la sociedad cubana, que según él, es más fuerte ahora, después de los pronunciamientos del 17 de diciembre del 2014 realizadas por el gobierno de los Estados Unidos y de Cuba, que aunque no vive en la isla, ve una fuerte  tendencia en internet de pronunciamientos desde algunos “periodistas”, llamados independientes, que no hacen otra cosa que reforzar esa tendencia; le parece normal que esa tendencia-anexionista-exista en una parte de la comunidad cubana en la Florida, pero observa como anormal en Cuba, tal es su forma de pensamiento en cuanto al asunto.

Sin  entrar en el debate, prefiero el análisis desde  la historia misma, o sea desde los orígenes del anexionismo en Cuba, quizás desde los pronunciamientos de José Antonio Saco sobre la  anexión de Cuba a los Estados  Unidos y su manera entonces de enfocarlo desde la pérdida de la identidad misma, en una etapa en que los pronunciamientos sobre la nación parecían una herejía para la sociedad criolla, ni podían caber en el centralizado poder colonial español. No obstante su aparición como corriente de pensamiento se hizo inevitable en la década del cuarenta del siglo XIX, con bandera propia y una explosividad inusitada, más como una forma de separación de España que como tendencia anexionista consciente; peliagudo tema para el análisis, pues incluso hoy los historiadores aún no se consagran por una sola línea, lo que a mi juicio es  acertado dada la complejidad de la época en que tiene lugar, en una sociedad criolla que solo ve afectar sus intereses si se elimina la esclavitud, viniendo la repulsa, si se trata de la propia España; las cajas de azúcar son el sostén y desarrollo de la ideología de aquella élite o oligarquía, llamada por los historiadores como sacarocracia.

La bandera que hoy preserva el patrimonio de la nación, es aquella, la de Narciso López, el haz protagónico del camino anexionista hacia los Estados Unidos, seguido por una parte de los hacendados criollos que veían en la esclavitud sureña norteamericana la continuación de su sistema de poder, con todos aquellos que lograron arrastrar, blancos,  negros, libres o esclavos, chinos o de cualquier otro estrato o capa social en aquel pretendido levantamiento en 1848. Por tanto la primera interpretación clara que hay que dejar es que tuvo un origen  justificado para un sector de hacendados, donde las causales económicas están presentes en la década del cuarenta del siglo XIX bajo el sistema colonial español; segundo, que no es un movimiento homogéneo de la élite criolla, es solo una pequeña parte de ella, aunque diseminada la intención en varios lugares del occidente y centro oriente cubano.

Extirpada la intención  después de varios intentos, hacia el año 1852, la tentativa no se repetirá, pero tendrá sus derivadas que se entroncarán con el propio movimiento generado, de enfrentamiento a la metrópoli española en los años que siguieron hasta culminar con el levantamiento  independentista del 10 de octubre de 1868. Antes había tenido en el seno de aquella nación norteña un acontecimiento trascendental que definiría los derroteros de su futuro, la eliminación de la esclavitud en la guerra que entonces tuvo lugar(1861-1865), conocida como Guerra de Secesión; La Unión(estados norteños), aplastaron definitivamente el sustento esclavista del sur, dando vía libre a las relaciones capitalistas de producción. Para ese entonces las viejas aspiraciones de los hacendados esclavistas de la isla  ya no tendrían lugar en una nueva época donde el sistema esclavista no podía tener cabida; aferrados-como antes-a las cajas de azúcar con sujeción esclavista; no les quedó otra que seguir optando por las reformas  de muy mala gana con España; lo que no excluía que las miradas hacia el norte se hubieran extirpado del panorama insular, sobre todo en una parte de los hacendados de la región centro oriental, tendencia particularmente fuerte en Puerto Príncipe, en el Camaguey.

Iniciado el proceso independentista cubano el 10 de octubre de 1868, las tres regiones involucradas(Oriente-Camaguey-las Villas), con posiciones deferentes, reflejo de las tendencias regionales que entonces existían; tenían ante sí la incuestionable necesidad de alcanzar un marco mínimo de unidad para poder llevar adelante el movimiento. Aunque con posiciones ideológicas diferentes, asumieron el reto de  alcanzar el propósito, sin el cual resultaría imposible la continuidad de la guerra ya iniciada; fue la Asamblea de Guáimaro(10 de abril de 1869), el hecho histórico trascendental de dar inicio al proceso de  unidad, cuyo resultado fue la creación de una carta magna y un gobierno, primer gran jalón en el proceso de formación nacional; momento trascendental para determinar algunas particularidades sobre el tema que nos ocupa, pues aunque se apreciaron algunas ideas acerca de la anexión a los Estados Unidos, los grupos representativos de las tres regiones se deslindaron de las tendencias reformistas y anexionistas. Tal deslinde marcaría un momento inicial y definitorio en el trascurso del proceso revolucionario cubano a través del siglo XIX, XX e incluso el recién iniciado XXI. Así durante un largo período de tiempo, momento largo en la historia, la corriente anexionista ha tenido sus destellos en Cuba, tanto  en la república neo colonial, como después del triunfo revolucionario de 1959, más la abrumadora mayoría de los cubanos nunca se han propuesto ni la mención de la anexión, aún en los momentos más críticos y importantes de ese proceso, pues no se aviene a los intereses, ni a la propia identidad de una nación que se ha forjado al calor de un proceso histórico donde quedó forjada una cultura y unidad nacional. No es de propósito analizar el diferendo Cuba-Estados Unidos, pues este forma parte de la clara convicción anti anexionista de los cubanos, pues el diferendo, solo ha acentuado esa posición a lo largo del tiempo.

La exigua minoría que ahora se alborota en torno a la idea de estar bajo las alas de los
Estados Unidos, son la expresión de la alineación de un sector minoritario, muy minoritario de transgredir el propio proceso histórico de formación nacional; el anexionismo, quedó muerto en la Asamblea de Guáimaro, para no renacer jamás en la Historia de Cuba como un propósito de la generalidad de los cubanos, ocultar esa verdad histórica es como querer apagar el sol con una gota de agua. De sus voceros, ni hablar, no gasto el tiempo en hacerle la mención, “no vale la pena”.

Notas (Tomadas de EcuRed)

La Asamblea congregó a los representantes de las tres regiones en armas. Por el Departamento Oriental asistieron Carlos Manuel de Céspedes, José María Izaguirre, Jesús Rodríguez y Antonio Alcalá. La representación camagüeyana la integraban Salvador Cisneros Betancourt, Ignacio Agramonte, Miguel Betancourt Guerra, Francisco Sánchez y Antonio Zambrana, habanero este último pero condiscípulo y amigo de Agramonte en las aulas universitarias. Los delegados villareños fueron, Miguel Jerónimo Gutiérrez, Eduardo Machado, Tranquilino Valdés, Arcadio García, Antonio Lorda y Honorato del Castillo. Los delegados eran en su mayoría terratenientes de las zonas centro – orientales y profesionales vinculados a ellos, entre estos últimos se destacaba un grupo de jóvenes, Agramonte, Machado, Zambrana, relacionados con los círculos patrióticos ilustrados gestados en La Habana y fuera del país. A ellos se añadían dos figuras procedentes de las capas medias de la población, los villareños Arcadio García y Tranquilino Valdés. Era todavía incipiente el avance social del proceso revolucionario, y en consecuencia, ni los negros ni mulatos, libres o esclavos, ni el campesinado y otras fuerzas laboriosas del país, tuvieron una presencia directa en la asamblea.
Los representantes reunidos en Guáimaro debían cumplir tres tareas fundamentales. La primera de ellas entrañaba superar el estadio inicial de la revolución, caracterizado por una dirección pluricéntrica, mediante la constitución de un estado nacional reconocidos por todos, capaces de dirigir y regular la acción independentista y, a la vez, hacer viable la ayuda exterior en tanto representación legal de la nación en armas.
La segunda consistía en dotar a ese estado de instituciones de genuina proyección nacional, algo especialmente perentorio en lo referido al Ejército Libertador que requería de un mando único para la formulación de la estrategia y el desarrollo de las acciones militares. Por último, aunque no en orden de importancia, se requería de una definición programática que esclareciese el contenido social, antiesclavista, de la revolución e imprimiese a esta una coherencia ideológica, puesto que si bien la decisión independentista y abolicionista había estado presente desde el inicio mismo del movimiento, aún quedaban por definir aspectos vitales del proceso y realizar el imprescindible deslinde con respecto a formulaciones de otras corrientes políticas, en particular del Anexionismo y del Reformismo.



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