jueves, 12 de abril de 2012

Relaciones Cuba Estados Unidos: antecedentes para una cumbre.



Relaciones Cuba-Estados Unidos: Antecedentes para una cumbre.


El Tratado de París,  de fecha 10 de diciembre de 1898, ponía fin a la guerra cubano-hispano-norteamericana. Se abría un nuevo capítulo en las relaciones de los cubanos con los Estados Unidos, ahora bajo la constante permanencia del soldado norteamericano en suelo cubano. Admitida esta intervención como un hecho por los principales líderes independentistas, se aprestaron a reducir sus consecuencias y limitarla al menor espacio de tiempo posible. Diez días después de firmados los acuerdos del Tratado, Tomás Estrada Palma proclamaría unilateralmente la disolución del Partido Revolucionario Cubano; obra a  la cual José Martí le había dedicado todo su talento y genio creador. Tales circunstancias no podían ser peores para el pueblo cubano, que veía receloso la presencia norteamericana en su suelo.

Las expectativas martianas sobre la  contienda que finalmente comenzaría el 24 de febrero de 1895, están diseminadas en cartas, documentos de la Delegación del Partido Revolucionario Cubano,  Manifiesto de Montecristi, etc. De ellos hemos extraído la misiva enviada al patriota Juan Arnao, fechada en N. York el 5 de Diciembre de 1887, en la cual expresaba:

 Que continuamos la revolución para fomentar y hacer imperar el carácter natural cubano, suficiente a la república pacífica, y para impedir que, so pretexto de independencia, se adueñen de la revolución los caracteres desconfiados, autocráticos o extranjeros que impedirían el triunfo de la guerra y la paz cordial después de ella  [i]

Las circunstancias históricas que finalmente determinan la intervención, están dadas en  la política seguida por sucesivas administraciones norteamericanas durante el siglo XIX, donde condiciones internas de la Isla, correlación de fuerzas internacionales, y hasta el propio nivel de desarrollo alcanzado por los Estados Unidos, se entrelazan.  Apreciar este juego de acciones en el contexto al cual hacemos referencia no estaba dado a la dirigencia mambisa posterior a la caída de José  Martí; aún cuando un espíritu patriótico preclaro estaba presente en gran parte de ellos.

Para finales del año 1897 y principios del  98 la contienda estaba virtualmente decidida a favor de las armas cubanas. Para entonces, los  órganos representativos del pueblo cubano, nunca habían sido reconocidos por los gobiernos norteamericanos, a pesar de los cuantiosos esfuerzos que se habían realizado por alcanzarlo.

La Resolución Conjunta aprobada pEor el Congreso norteamericano el 18 de abril de 1898, sancionada por el presidente Mc Kinley el 20 del mismo mes, establecía en su apastado primero,” Que el pueblo de la Isla de Cuba es y de derecho debe ser libre  e independiente” [ii] y en su aspecto cuarto  declaraba “…que no tienen deseos ni intención de ejercer soberanía, jurisdicción o dominio sobre dicha isla…” [iii] Estas declaraciones, con fuerza de ley, bastaron a la dirigencia revolucionaria cubana para dar todo su apoyo a la intervención, a pesar  de no estar reconocido el Gobierno de la República en Armas por el gobierno de los Estados Unidos. La demagógica Resolución Conjunta, puede considerarse como la justificación desencadenante de la guerra contra España ante la opinión pública norteamericana; a la vez que,  una sutil treta para lograr el apoyo del campo insurrecto cubano con el cual no se sentía comprometido. Para tan altos rejuegos políticos, no existían figuras que pudieran dar claras respuestas, ni las necesarias reflexiones a las fuerzas revolucionarias.

Con la presencia  del soldado norteamericano en suelo cubano, se convoca una nueva Asamblea de Representantes; la cual inició sus sesiones el 24 de octubre de 1898 en el poblado de Santa Cruz, en Camaguey; esta se enfrentaba ante la disyuntiva de abordar una situación de intervención, no prevenida  por la Asamblea de Representantes efectuada en La Yaya entre los meses de septiembre y octubre de 1897; de la cual había brotado una nueva constitución. Los representantes reunidos tenían ante sí además el hecho consumado e inconsulto de ver una Constitución Provisional que unilateralmente había sido proclamada por Leonardo Wood desde su Cuartel General en Santiago de  Cuba; el 20 de octubre, cuatro días antes de la concertación cubana. Una vez más, no se admitía la existencia de los órganos de representación cubanos. Se ultrajaba de hecho al pueblo cubano y las instituciones que habían sido creadas por la revolución; tal como  habían hecho con el General Calixto García, al no permitirle la entrada en Santiago de Cuba después de haber caído esa fortaleza; lo cual constituyó un acto humillante para el Ejército Libertador y para las fuerzas revolucionarias en general.

Al inaugurar las sesiones de  este cónclave, el Presidente Bartolomé Masó, rindió un informe, más conocido como mensaje, de la labor realizada por el gobierno y  de la difícil coyuntura por la que atravesaba el pueblo cubano. Hasta dónde la incredulidad  hacia la política norteamericana  había hecho mella en las fuerzas independentistas, lo  manifiesta su exposición. “…la independencia se ha obtenido para Cuba y para todos los cubanos; la victoria de la Revolución es el triunfo de Cuba,….” [iv]

En el mismo exponía además que el gobierno norteamericano, “nos inspira fe completa y confianza verdadera”. La dirigencia mambisa no podía en ningún caso presentar un cuerpo  de conceptos políticamente fundamentados, que aseguraran la plena soberanía ante el hecho consumado de la intervención; es más sus fuerzas se dividieron.

De esta Asamblea se derivó el acuerdo de enviar una comisión ante el gobierno de los Estados Unidos, con el objetivo  de adquirir subsidios  suficientes para resolver la difícil situación de los miembros del Ejército Libertador, ante la alternativa de  incorporarse a la nueva vida en condiciones de paz. Presidida ésta por el Mayor General Calixto García; no encontró apoyo a sus planteamientos; regresó a la patria cargada de tristeza por la muerte del Mayor General en los Estados Unidos y no haber cumplido con el encargo  proyectado.

Fijadas las bases de la paz entre España y los Estados Unidos, en el Tratado de París de 10 de Diciembre de 1898. No mencionaba lo relativo al reconocimiento de la independencia  de la Isla de Cuba. En su artículo XVI se asentaba un oscuro precedente para el futuro de Cuba. Expresaba que “…al terminar dicha ocupación, aconsejarán al Gobierno, que se establezca en la isla, que acepte las mismas obligaciones “. Los cubanos, que no habían comparecido a la mesa de negociaciones, no podían conocer la profundidad de las intenciones de la política norteamericana, siempre disfrazada de las mejores “intenciones” para el futuro de la isla de Cuba. De ahí que se sujetaran a la única cuerda posible para defender los intereses de la creída independencia alcanzada: La Resolución Conjunta aprobada por el Congreso y sancionada por el Presidente Mc Kinley.

Trágicas consecuencias para la unidad de los revolucionarios cubanos ante los manifiestos hechos de traspaso de Cuba, de colonia española a colonia  norteamericana, lo sería la deposición del General en Jefe, Máximo Gómez, por la Asamblea del Cerro el 12 de marzo de 1899. La estela dejada, llevó invariablemente a la desaparición de la propia Asamblea; quedando el pueblo cubano sin representación alguna ante el interventor. No es el interés de este trabajo analizar estos acontecimientos, ni el modo en que se produjeron, sino la resultante final que dejaba el campo abierto a los designios imperialistas: la falta de unidad  y la carencia de un órgano que diera coherencia al enfrentamiento  con el interventor extranjero. Se frustra el segundo intento de formación del Estado Nacional Cubano, el cual quedaría postergado hasta la segunda mitad del siglo XX. La obra martiana queda inconclusa para otra oportunidad; en tanto que hecha añicos la concepción martiana sobre el equilibrio estratégico que ponderaría la independencia al evitar la expansión de los Estados Unidos hacia los pueblos del sur de América  quedaría pendiente.

Desbrozado el camino para el logro de los fines que dieron inicio a la intervención - perpetuar la dominación imperialista en  Cuba - , se dio a conocer el 25 de julio de 1900 la Orden 301, del Cuartel General de la División Cuba, en La Habana; dando a conocer la convocatoria para la organización de la Convención Constituyente; a saber, dejar constituido un gobierno de “representación” nacional ajustado a los intereses norteamericanos. En ella se fijaba la elección de delegados para la convención, la cual debía iniciar sus sesiones a principios del mes de noviembre; con el claro propósito de adoptar una constitución para el pueblo de Cuba. El  enunciado  expuesto en   la orden  de “…proveer y acordar con el Gobierno de los Estados Unidos en lo que respeta a las relaciones que habrán de existir entre aquel gobierno y el Gobierno de Cuba “[v]; prefijaba  con antelación  el estatus de las relaciones con aquel país, que no era otro que de la sujeción al dominio imperial, con derecho exclusivo para el yanqui. En el discurso de apertura de la convención el 5 de septiembre de 1900, Leonardo Wood, volvería a insistir ante los delegados cubanos reunidos en idénticos términos. Los propósitos quedaron claramente delineados en el Informe de Elihu Root, Secretario de la Guerra a Leonardo Wood, Gobernador Militar de Cuba. El informe fechado en Washington el 9 de febrero de 1901 trazaba en sus líneas generales los principales códigos de lo que posteriormente sería la Enmienda Platt, y resumía la política norteamericana llevada a cabo durante un siglo:

Tanto Jefferson como Monroe y Jhon Quincy Adam, Jackson, Van Buren, Clay, Webster y Everett han estado todos de acuerdo en considerar esta circunstancia como indispensable a los intereses y a la protección de los Estados Unidos [vi]

Esta política venía a plantear que no sería aceptada ninguna intervención de potencia extranjera alguna en los asuntos de Cuba, excepto por España. Estos designios fueron mantenidos a lo largo del siglo XIX, y hasta que las condiciones de espera facilitaran la intervención, lo que como hemos analizado, estaban ya presentes hacia finales de la centuria.

Se despejaba en el informe las intenciones sobre las futuras relaciones que debían ser adoptadas entre Cuba y los Estados Unidos, lo cual constituía la principal preocupación para la política norteamericana; dado el profundo sentimiento independentista existente en el pueblo cubano, ya probado en dos largas contiendas contra el colonialismo español y el gran apego de la dirigencia mambisa a ese objetivo. En el mismo se señalaba:

Nos encontramos en una posición tal que, para, protegernos a nosotros mismos, por el hecho de haber expulsado a España de Cuba,  hemos venido a convertirnos en los fiadores de la independencia cubana y en los fiadores también de un gobierno estable y de orden que garantice las vidas y las haciendas en dicha isla  [vii]

Se deja claramente definido el tipo de relaciones; denominadas “especiales”, que debían existir entre los dos países, según eran los propósitos del Presidente Mc Kinley, manifestados en varios discursos. Ese y no otro fue el camino que condujo a la Enmienda Platt y al nacimiento de una república neo colonial el 20 de mayo de 1902  A pesar de existir un núcleo opositor a tales designios, no encontraron el lenguaje de la concordia y la unión para entablar batalla. Ensombrecido el lenguaje martiano, tendrían que ser otras generaciones los portadores de sus concepciones para enfrentarse al imperialismo norteamericano.

Bibliografía

[1] Anales de la Academia de la Historia de Cuba. Tomo XI. Enero- Diciembre, 1929. Pág. 95. La Habana. Imprenta “El siglo XX”.
[1] Documentos para la Historia de Cuba. Tomo I. Hortensia Pichardo. Pág. 510. Editorial de Ciencias Sociales. 1971.
[1] Documentos para la Historia de Cuba. Tomo I. Hortensia Pichardo. Pág.  510. Editorial de Ciencias Sociales. 1971.
[1] Documentos para la Historia de Cuba. Tomo I. Hortensia Pichardo. Pág.  534.  Editorial de Ciencias Sociales. 1971.
[1] Documentos para la Historia de Cuba. Tomo II. Hortensia Pichardo. Pág. 71.  Editorial de Ciencias Sociales. 1971.
[1] Documentos para la Historia de Cuba. Tomo II. Hortensia Pichardo. Pág. 106. Editorial de Ciencias Sociales. 1971.
[1] Documentos para la Historia de Cuba. Tomo II. Hortensia Pichardo. Pág. 106. Editorial de  Ciencias Sociales. 1971.












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