viernes, 2 de junio de 2017

Las tristezas de París

La comunidad internacional, occidente en particular, ha destripado hasta la saciedad sobre el programa nuclear de Corea del Norte, sus continuos ensayos, el perfeccionamiento continuo de sus cohetes portadores, sistemas de guiado, autonomía, y sus alcances. La confrontación entre las dos Coreas, devino en confrontación con los Estados Unidos. Inadmisible para la principal potencia del planeta el perfeccionamiento acelerado de los norcoreanos, que con viento en popa y a toda vela no escucha las llamadas de sus principales “socios” de la región sobre la suspensión de los ensayos y del programa nuclear. 

 La diplomacia rusa como la china, están en un serio aprieto, aunque a medidas, coinciden con los Estados Unidos en ese particular asunto, sin poder remediar o detener el empuje de la llamada Corea Democrática. Suenan por ello las campanas de la guerra en una península abarrotada de  portaviones, destructores, cohetes, y otros tantos medios de combate; el reto pone a la humanidad ante una catástrofe.

Una bomba de tiempo se mueve en el nuevo escenario de las relaciones internacionales amenazando la existencia humana. La reciente decisión de los Estados Unidos de abandonar el Tratado de París sobre Cambio Climático, es tan dañino como cualquier programa nuclear-armamentista- en desarrollo. No se trata de estar o no con el tratado, sino del actor,  Estados Unidos es el principal agente contaminante del planeta, a la vez que el mayor inverso en el proceso de reducción de la contaminación global; su responsabilidad en tal caso es histórica,  esgrimir las causas de tal acto a afectaciones a la economía y el desarrollo para abandonarlo, es ante todo  irresponsable en el orden político, máxime cuando el tratado había sido firmado por 147 naciones, la mayoría del conglomerado que hoy tiene asiento en la ONU, con solo dos excepciones importante  de mención: Siria y Nicaragua.

París divide a occidente, Europa y su “unión”  tan flexible se desconcierta, no solo por la decisión, sino por los constantes desvaríos de la administración Trump, que hace de la  política un juego comercial de ganancia y pérdidas, costos y beneficios. Sin esperanzas de poder hacer realidad un tratado Trasatlántico de libre comercio; empujados a  consumir el 2% del PIB en gastos militares, tendrá que repensar no solo en la debilitada Unión Europea, sino en las relaciones con los Estados Unidos; encarar nuevos retos ante nuevas circunstancias no previstas por los teóricos y políticos europeos.

La decisión norteamericana viene producirse en el preciso momento en que Inglaterra pone marcha a la separación, implicando un profundo costo para la Unión, un alto sacrificio para el desmontaje de todo el sistema económico-político, con fuertes implicaciones sociales para el continente y la  propia Inglaterra, sedimentando el “gusto” separatista para tiempos venideros.

Por otra parte a Europa no le quedará más remedio que anular las sanciones contra Rusia, de no hacerlo, podría quedar atrapada por el aislamiento, aún cuando ha apostado por establecer amplias relaciones con China, segundo agente contaminante del planeta, comprometido con su reducción.

 La brecha producida en occidente dará orientación a una mayor relación Rusia-China, a la vez que un mayor acercamiento a la Unión Europea. Europa no podrá sostener el ritmo acelerado de desarrollo que se plantea para la zona centro-asiática y el Pacífico, de ahí su disyuntiva y nuevas tendencias que en el orden político tendrá que revisar, pues el proteccionismo trumpista no le da otra opción.

Así París, “sus luces”, oscurecen el escenario europeo.

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