domingo, 8 de enero de 2017

Fidel Castro: lecciones para la historia.

No siempre se tiene la posibilidad de atemperar los hechos que ocurren, solo el paso del tiempo nos da la posibilidad de poder medir su dimensión, así múltiples hechos pasan ante la dinámica vida que al ser retomados ante el ojo crítico presente nos revela las dimensiones que antes era reconocida pero no profundizada en toda su extensión. Comprender las lecciones, no es solo un acto para el aprendizaje, es ante todo-si es bien comprendida-poner en práctica lo asimilado en función de objetivos y metas superiores para poder modelar un futuro mejor.

Comprender el papel que juega la historia, es tener claro que no es la simple acumulación, es ante todo un patrimonio heredado, que encierra enseñanzas, que puestas ante el derrotero del futuro brinda caminos para la consecutividad. 

El discurso de Fidel el 10 de octubre de 1968 en La Demajagua vino a encauzar viejas tendencias, estilos, y enseñanzas por nuevos análisis, para llegar a una cabal comprensión de la historia, que trascurrido ese demoledor tiempo, no solo es un caudal metodológico para Cuba, sino para la historia universal. Entonces se habían cumplido cien años del inicio de las gestas independentistas cubanas; dejó sentado como raíz en árbol que “…en Cuba solo ha habido una revolución; la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868”; continuidad, suma, engarce, conexiones, y vínculos en un todo a través del tiempo.

Tras una enseñanza de la historia mediatizada, al igual que la república que se engendró en 1902, donde solo medía los mártires y pedestales a medias, ocultando las lecciones transformadoras de sus grandes héroes; vino  a confirmar lo que entonces Fidel calificó como “verdad axiomática”: “…si para luchar esperamos primero reunir las condiciones ideales, disponer de todas las armas, asegurar un abastecimiento, entonces la lucha no habría comenzado nunca”; esta aseveración, que como acontecimiento ocurrió al levantarse Céspedes, no entrañaba solo un hecho fortuito en la historia de Cuba, es una lección para el movimiento revolucionario latinoamericano y universal.

Comprender entonces la llegada  del 1 de enero de 1959 y su posterior evolución, es entender la historia como proceso por que “nada nos enseñará mejor a comprender lo que es una revolución, nada nos enseñará mejor a comprender el proceso que constituye una revolución, nada nos enseñará mejor a entender qué quiere decir revolución, que el análisis de la historia de nuestro país, que el estudio de la historia de nuestro pueblo y de las raíces revolucionarias de nuestro pueblo.”

La historia, a la vez no es azar, es un múltiple juego de contradicciones que se complejiza en el tiempo, para él estaba claro que en el caso de la Historia de Cuba ese proceso había tenido lugar, “En aquellos primeros momentos del inicio de la lucha revolucionaria en Cuba, empezaron a cumplirse indefectiblemente las leyes de todo proceso revolucionario, empezaron a producirse las contradicciones, y comenzó el proceso de profundización y radicalización de las ideas revolucionarias que ha llegado hasta nuestros días.”

Nacionalidad y nación está presente en el proceso que tenía lugar, de larga data, pero que tuvo sus primeros vestigios con el 10 de octubre de 1868, asomaban en esas circunstancias sus particularidades, diferenciadas de los demás países colonizados por España en América, donde ya un proceso independentista que había tenido lugar platearía para el fututo la necesidad de una segunda independencia.

Afirmaba que “nosotros no podemos analizar los hechos de aquella época a la luz de los conceptos de hoy, a la luz de las ideas de hoy”, tras esa idea está el momento histórico, la época histórica, de ahí la necesaria y cabal interpretación de la historia ajustada a ese momento, no pedir de los hombres más de lo que podían dar para su época. Por ello refiere que “Martí recogió las banderas de Céspedes, de Agramonte y de los héroes que cayeron en aquella lucha de diez años, y llevó las ideas revolucionarias de Cuba en aquel período a su más alta expresión.” 

No discurrió entonces  el proceso revolucionario cubano por los caudales latinoamericanos, pero el legado es incuestionablemente importante, sobre todo los de los grandes próceres, tratar ese mismo caudal en Cuba, dice ““nuestra patria cuenta con el privilegio de poder disponer de uno de los más ricos tesoros políticos, una de las más valiosas fuentes de educación y de conocimientos políticos, en el pensamiento, en los escritos, en los libros, en los discursos y en toda la extraordinaria obra de José Martí.” Es la historia puesta en función de las nuevas generaciones, en la construcción de una sociedad mejor. Para darle un tono más práctico, de lo aportativo de la historia señala en el sentido de  universalidad:

“¿Y qué se puede parecer más a aquella lucha de ideas de entonces que la lucha de las ideas hoy?  ¿Qué se puede parecer más a aquella incesante prédica martiana por la guerra necesaria y útil como único camino para obtener la libertad, aquella tesis martiana en favor de la lucha revolucionaria armada (APLAUSOS)  que las tesis que tuvo que mantener en la última etapa del proceso el movimiento revolucionario en nuestra patria, enfrentándose también a los grupos electoralistas, a los politiqueros, a los leguleyos, que venían a proponerle al país remedios que durante 50 años no habían sido capaces de solucionar uno solo de sus males, y agitando el temor a la lucha, el temor al camino revolucionario verdadero, que era el camino de la lucha armada revolucionaria?  ¿Y qué se puede parecer más a aquella prédica incesante de Martí que la prédica de los verdaderos revolucionarios que en el ámbito de otros países de América Latina tienen también la necesidad de defender sus tesis revolucionarias frente a las tesis leguleyescas, frente a las tesis reformistas, frente a las tesis politiqueras?.”

Entonces no conocía qué estaba por venir para el proceso de construcción revolucionaria en Cuba, ni lo podía prever, pero estaba claro y dejaba como escudo para los cubanos  que:

 “es necesario que nuestro pueblo conozca su historia, es necesario que los hechos de hoy, los méritos de hoy, los triunfos de hoy, no nos hagan caer en el injusto y criminal olvido de las raíces de nuestra historia; es necesario que nuestra conciencia de hoy, nuestras ideas de hoy, nuestro desarrollo político y revolucionario de hoy —instrumentos que poseemos hoy que no podían poseer en aquellos tiempos los que iniciaron esta lucha— no nos conduzca a subestimar por un instante ni a olvidar por un instante que lo de hoy, el nivel de hoy, la conciencia de hoy, los éxitos de hoy más que éxitos de esta generación son, y debemos decirlo con toda sinceridad, éxitos de los que un día como hoy, hace 100 años,…”

Olvidar la historia, es como vivir amorfo, ciego y hasta dejar de ser lo que se es, con su habitual acento crítico exponía que, “Es posible que la ignorancia de la actual generación, o el olvido de la actual generación, o la euforia de los éxitos actuales, puedan llevar a la subestimación de lo mucho que nuestro pueblo les debe, de todo lo que nuestro pueblo les debe a estos luchadores.” 

Los procesos universales, todos con sus matices particulares no están exentos de arrastrar tendencias nocivas, perdiendo de vista, que vicios, retrasos, y lagunas pueden convivir en ellos, llegando a convertirse en grandes obstáculos que pueden llevar a la pérdida de los valores; de ello estaba consciente, incluida la sociedad cubana;

“Porque los pueblos muchas veces se acostumbran a ver cosas monstruosas sin darse cuenta de su monstruosidad, y se acostumbran a ver algunos fenómenos sociales con la misma naturalidad con que se ve aparecer la Luna por la noche o el Sol por la mañana o la lluvia o la enfermedad, y acaban por adaptarse a ver instituciones monstruosas como plagas tan naturales como las enfermedades”.

Sobre lo que había tenido lugar en el proceso revolucionario cubano en torno a las condiciones y su repetición en las historia, señalaba que “Lo mismo ocurrió durante toda la lucha de 1895 y lo mismo ocurrió hasta 1959”.  La tendencia manifiesta de corrientes sobre la anexión, autonomismo, o reformismo, se daban bajo nuevas circunstancias, en condiciones distintas a las del siglo XIX o la república neocolonial, pero estaban presentes en el enfrentamiento con el imperialismo norteamericano. La lección más importante para el momento y el futuro de la nación cubana, fruto del largo camino histórico recorrido, “Unido el pueblo revolucionario, armado de las concepciones más revolucionarias, del patriotismo más profundo —que la conciencia y el concepto internacionalista no excluye ni mucho menos el concepto del patriotismo—, patriotismo revolucionario, perfectamente conciliable con el internacionalismo revolucionario, armado con esos recursos y con esas circunstancias favorables, será invencible.”

Y pudiera escribirse hoy en cada institución, sobre todo de la educación que aquel 10 de octubre de 1868 quedó claro ante la historia y por la historia que Nuestro país sabe lo que fue ayer, lo que es hoy y lo que será mañana”. 

Referencias

Tomado del discurso de Fidel Castro Ruz en La Demajagua, 10 de octubre de 1868. Sitio digital: www.cuba.cu.
          

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