Según el historiador Jorge Ibarra, “En la época de predomino absoluto de la hacienda ganadera
en toda la isla-desde el siglo XVI hasta mediados del XVIII-pequeños trapiches
eran implantados en algunas haciendas, como un medio de incrementar el
patrimonio terrateniente y su nivel de consumo y expendio, sin que tuviera
lugar transformaciones en la mentalidad, ni en la manera de ser del
terrateniente”. [1] El proceso que tiene lugar
después del año 1762 a
partir del cambio estratégico para la
isla de Cuba que España “impone” se
corresponde con el de una nueva generación de criollos que busca una diversidad agrícola, una realización sin
trabas comerciales que impidan la
presencia de los productos tropicales en el
mercado mundial; tal será la filosofía y la razón de ser de Francisco de Arango y Parreño; el
empeño, loable y alcanzable arrastró a lo mejor de esa sociedad de finales del
siglo XVIII, pero dentro del marco de una relación que en definitiva laceraría el propio desarrollo interno, perpetuando las
relaciones de esclavitud que impedirían el tránsito hacia el capitalismo.
Las tendencias fisiócratas del grupo líder (reformista)
optan por el vínculo permanente con la
metrópoli española, pero no penetran con la misma intensidad hacia el interior
de la isla, así el empuje que desde la zona occidental tiene lugar, encuentra
espacio en algunos zonas interiores, como puede ser el caso de Trinidad; lo
cual a la postre determinó dos formas productivas demarcadas: plantación y
hacienda.
Lo que pudiéramos llamar hacienda en
Cuba, tiene una expresión diferente en Occidente que diverge del centro y
oriente cubano. Mientras en la zona occidental estas no constituyen un freno
para la implantación de la producción
azucarera basada en mano de obra esclava en plantación, hacia el centro-oriente
no se dan estas expresiones pues la hacienda (comunera) es reticente a todo
cambio en su composición. No es aquí el propósito analizarla en su
profundidad y lo enrevesado de su
existencia en la vida colonial, pues necesitaría otro tipo de estudio, por ser
los actuales esporádicos y de corto alcance.
Así viene entonces a confirmarse la tesis
de Ibarra en la
Jurisdicción de Santa Clara, donde la hacienda comunera
alcanzó un profundo arraigo y un modo de actuación de la élite criolla de hacendados que se diferenció de su similar
de la zona occidental de la isla.[2]
Por los datos que se han podido obtener
recientemente de esta jurisdicción,
hacia finales del siglo XVIII, los principales ingenios y trapiches se
encontraban en las inmediaciones de la
Villa; siendo su producción destinada al mercado interno, en
ningún caso la finalidad productiva estuvo encaminada hacia el mercado exterior,
en lo que intervino la condición de villa
interior, distante de la costa. Un dato relevante aporta la tabla que se expone; la cantidad de
mujeres que son propietarias de ingenios o trapiches hacia finales del siglo en
esta jurisdicción, pues de los
existentes (23), en 6 de ellos son las mujeres las que rigen, el 26,08 %(Ver
anexo 1).
Por tanto el trapiche es aquí un apéndice
de la hacienda, cuya producción principal se caracteriza por ser ganadera y
poseer espacios para el cultivo con
fines de autoabastecimiento y hacia el mercado interno cuando estos productos
rebasan las cantidades indispensables para el consumo.
Si
algo une el destino de los plantacionistas azucareros de los hacendados
es que ambos son dependientes del capital comercial, pero a la vez la hacienda
quedó para la historia posterior del siglo XIX cubano en dependencia de la
producción plantacionista azucarera en Cuba, lo que derivó una fuerte
contradicción entre la élite criollo azucarera con la élite de hacendados, cuyas expresiones
determinan las diferencias entre centro-oriente y occidente, a la vez que la relación de dependencia de la sacarocracia
del capital comercial, esencialmente
español. En este sentido Ibarra expresa que:
“A los hechos coyunturales que desataron
la crisis en toda su crudeza, debe añadirse un hecho de larga duración que
determinaba la existencia de una cultura criolla procesada a lo largo de los
siglos por las familias terratenientes centro-orientales, una cultura patricia
propia, diferenciada y opuesta en más de un sentido de la cultura, forjada en
el curso de los largos conflictos contra el poder colonial desde los centros de
poder local que eran los cabildos criollos”. [3]
Está bien fundamentado en la
historiografía cubana la liberalidad de
los cabildos o ayuntamientos de la isla de Cuba, sobre todo hacia el centro y
oriente cubano, matizando un complejo de contradicciones con el poder central
de la isla y la metrópoli cuyas raíces tienen un fundamento económico, de
resistencia, expresión de una profunda contradicción visible, colonia-metrópoli;
pero que sin dudas contribuye al proceso de formación de identidad que va
marcando las diferencias del criollo con la patria grande.
Tanto una como otra forma productiva
constituyeron un freno para al desarrollo del capitalismo dentro de los marcos
de la relación establecida con España; más el ideal será independentista pues
la contradicción fundamental está enmarcada en la eliminación del régimen colonial. Por ello la salida no podía partir del occidente
cubano, sino desde los confines de la hacienda, la adopción de un proyecto
liberador y de abolición de la esclavitud solo era posible en las condiciones
de Cuba desde el patriciado de
hacendados como probaron los acontecimientos una vez comenzada la contienda el
10 de octubre de 1868.
Anexo 1.
INGENIOS JURISDICCÓN DE SANTA CLARA. 1784-1800.
Fondo Anotadurías de Hipotecas. Tomo II. Archivo Histórico Provincial.
Santa Clara. Villa Clara. Cuba.
Ingenios
|
Propietario
|
Lugar
|
Año
|
La Aguada
|
Ana Micaela Oramas
|
Ejidos. Santa Clara
|
1784
|
s/n
|
Isidoro Rodríguez
|
|
1784
|
s/n
|
Francisco Nodal
|
Ochoa. Santa Clara
|
1786
|
s/n
|
Josefa de la Trinidad Rodríguez
|
|
1786
|
s/n
|
José Zamora
|
Antón Díaz
|
1787
|
s/n
|
José González
|
Antón Díaz
|
1788
|
San Rafael
|
Joaquín de Ayala
|
|
1788
|
Nuestra Señora del
Rosario
|
Juan Antonio Hurtado
de Mendoza
|
Lomas de Antón Díaz
|
1789
|
s/n
|
Antonio Treto
|
Ejidos. Santa Clara
|
1790
|
s/n
|
Francisco Amador
|
|
1792
|
s/n
|
Félix de la Cruz
Jaramillo
|
Las Bocas. Santa
Clara
|
1793
|
s/n
|
Tomás José Gómez
|
Ejido
|
1793
|
s/n
|
Manuel de Torres
|
|
1793
|
s/n
|
María de la
Concepción de León
|
|
1794
|
s/n
|
Sebastián de Oramas
|
|
1794
|
s/n
|
Diego Gómez
|
|
1795
|
San Francisco de
Ochoa
|
Francisco Antonio
Hurtado de Mendoza
|
Ochoa. Santas Clara
|
1796
|
s/n
|
Ana Corredera
|
Quemado Hilario
|
1799
|
s/n
|
|
Bagá
|
1799
|
s/n
|
María Rita Gómez
|
Acevedo
|
1799
|
s/n
|
María de la Concepción Márquez de Edia
|
Antón Diaz
|
1799
|
s/n
|
Valentín Rivero
|
Antón Díaz
|
1799
|
s/n
|
Pedro Díaz de la
Cruz
|
Acevedo
|
1800
|
Referencias
[1] Marx y los Historiadores ante la Hacienda y la Plantación Esclavista
Jorge Ibarra. Editorial de Ciencias
Sociales. La Habana,
2008. Pág. 10.
[2] Una amplia información sobre la élite hacendado de la jurisdicción de
Santa Clara se encuentran expuestos en La política del Cabildo de Santa Clara
durante el siglo XVIII. Carlos S. Coll Ruiz.
[3] Marx y los >Historiadores ante la Hacienda y la Plantación Esclavista.
Jorge Ibarra. Editorial de Ciencias sociales. La Habana. Pág. 269.
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