En
defensa de la libertad, seguiremos siendo el ancla de sólidas alianzas desde
las Américas hasta África; de Europa hasta Asia
Barack
Obama
23 de febrero, 2013
De cara al siglo XXI los Estados Unidos
se han planteado la estrategia de formación de grandes alianzas que posibiliten mantener la hegemonía de la que gozaron después de la
II Mundial. La tendencia integracionista de
países emergentes, respaldados por un repunte económico de gran peso ha
determinado que los Estados Unidos busquen fórmulas que den en cierta medida
reanimación a su economía, que como ha expresado el propio presidente de ese
país den respuesta de cambio para las
“infraestructuras envejecidas” [1]
en diversos sectores de la economía. Dejando establecido los derroteros para
tales fines:
“Para elevar las
exportaciones estadounidenses, respaldar los empleos norteamericanos, y lograr
igualdad de oportunidades en los mercados en crecimiento de Asia, tenemos la
intención de completar las negociaciones para una Alianza Transpacífica. Y,
esta noche, estoy anunciando que iniciaremos conversaciones para una Alianza
Transatlántica de Comercio e Inversión amplia con la Unión Europea,
porque el comercio que sea libre y justo a través del Atlántico sustenta
millones de empleos americanos bien remunerados”. [2]
Puede
interpretarse la propuesta como la respuesta global al papel cada vez más
creciente de China en la economía
mundial; la alternativa de choque contra
el BRICS y CELAC, o el posicionamiento del viejo pensamiento “trilateral” de
núcleo duro entre los Estados Unidos-Europa-Japón, con nuevos ingredientes
incorporados, como puede ser el caso de Corea del Sur o Australia.
Para la llamada alianza
Transatlántica los Estados Unidos parten del presupuesto de que “la relación
comercial transatlántica constituye la espina dorsal de la economía mundial. En
conjunto, la Unión
Europea y los Estados Unidos representan aproximadamente la
mitad del PIB mundial (47 %) y un tercio de los flujos comerciales del planeta”.
[3]
Pero la relación establecida entre los dos polos se ve afectada hoy por la
crisis de una parte y una mayor presencia chino-rusa en el viejo continente; por tanto
la alianza persigue entre sus propósitos minimizarla; lo que a mediano plazo resulta imposible por la actual crisis que atraviesan los
países europeos, donde se ha puesto en duda reiteradamente la propia capacidad
para que la unión pueda conservarse. Hasta dónde la alianza es solo
económico-comercial queda en dudas en el propio Memorandun, pues se expresa que
“los negociadores abordarán áreas que van más allá de los intercambios
comerciales bilaterales”…[4]
; lo que apunta al dictado de reglas y normas para el comercio a escala global
en detrimento de otros bloques; mantener bajo otras formas el actual sistema de
intercambio desigual bajo un mismo patrón de cambio, lo que ya viene resultando
engorroso, dado por las posiciones cada vez más encontradas de los llamados
países emergentes de alejarse del dólar.
Por su parte el Acuerdo de Asociación Transpacífica, es una de las iniciativas de libre comercio
tan ambiciosa a escala global como lo es también la Alianza Transatlántica.
La TPP, que
aglutina a Australia, Brunei, Chile, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur,
Vietnam, México-Canadá-Japón en vías de incorporación y Estados Unidos, busca
establecer acuerdos de libre comercio de nuevo tipo para el futuro; apuntando contra el bloque integracionista de la CELAC y el Foro Asia
Pacífico.
Estas estrategias globales bajo inspiración
norteamericana chocan cada día con el
rechazo de los países emergentes que ven en las instituciones financieras
creadas bajo los acuerdos de Bretón Woods una manera de mantener el papel
hegemónico de los Estados Unidos, de ahí la “obstinación” del BRICS por establecer sus propios mecanismos a través del Banco de Desarrollo; otro
tanto ha venido a materializarse al sur
del río Bravo a través del Merco Sur, El ALBA y la CELAC.
Son bien conocidas las posiciones
del líder ruso Vladimir Putin en torno al desplazamiento del dólar
como base en de las relaciones comerciales; puntos de vista que también
en la América Latina van ganado adeptos
entre los principales dirigentes.
De hecho el enfrentamiento económico y comercial está planteado, cuando solo
ha transcurrido una década del nuevo siglo, motivando en el orden
geoestratégico cambios de envergadura
que conducen a cambios de las doctrinas militares; de ahí la obstinada política
de los Estados Unidos contra Corea del Norte, trampolín para lograr una mayor
presencia militar en el Pacífico, pues el
principal objetivo es el debilitamiento de China; el supuesto programa nuclear coreano viene a
ser la bandeja que se le sirve a los
Estados Unidos para lograr esos objetivos.
Esta por ver si los planes de los Estados Unidos son objetivamente
alcanzables pues “Actualmente, la deuda
de EE.UU. con China excede el billón de dólares y todo parece indicar que para
saldarla Washington tendrá que diversificar los 'negocios'. Así, no sólo
compañías sino ciudades enteras del país podrían en un futuro no muy lejano
pasar a manos de los chinos.” [5] . Se
pronostica que dado el paso actual del gigante asiático, hacia el 2020
estaremos en presencia de un nuevo líder en la economía mundial; quién gana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario