lunes, 28 de enero de 2013

EQUILIBRIO MARTIANO Y GEOPOLÍTICA. II PARTE

Introducción

Según Armando Hart Dávalos, quien preside la Sociedad Cultural “José Martí”, “la justicia es, por tanto, la esencia del equilibrio del mundo y es, según la tradición filosófica y cultural cubana, el sol del mundo moral “…, esta  afirmación recientemente expuesta en un artículo titulado “El equilibrio del mundo puede salvar a la humanidad” en el periódico Juventud Rebelde de enero del 2013, tiene por esencia el ideario martiano y su vigencia para las actuales  circunstancias históricas por las que la humanidad se encamina, como contrapartida a las grotescas tendencias geopolíticas que socavan los principios democráticos que  Martí proclamó a lo largo de su vida. Expone en el mismo artículo el intelectual cubano un principio cardinal: el “equilibrio como ley matriz”…

Bajo el título “El entorno del equilibrio martiano” vieron la luz dos artículos que escribí sobre la concepción martiana del equilibrio del mundo, que revisado tiene total vigencia en cuanto al tema de equilibrio martiano y geopolítica y que nos proponemos reproducir.

“Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo”.

                                                                                                                                   
José  Martì.

José Martì como ningún otro cubano hasta su época, conoció de los verdaderos intereses que movían la política de los Estados Unidos hacia los países de América; la dinámica interna de la vida norteamericana lo llevaba invariablemente a organizar en Cuba una contienda por la independencia en el tiempo más corto posible, tal era su angustia, que pretendía inmediatamente reiniciada la contienda organizar los órganos de gobierno; hacer la república desde la manigua; ejercitar la democracia, preparar; educar para la principal  misión que se llevaría a cabo; y detener la expansión  de los Estados Unidos por el continente.

La obra martiana trunca con su muerte en los campos de Cuba, el 19 de mayo de 1895, imposibilitó llevar a vías de hecho las aspiraciones del maestro; sus más cercanos colaboradores no estaban preparados para la misión proyectada, ni conocían la dimensión  y  profundidad del pensamiento político de este,  sus seguidores, no comprendieron  las intenciones  de los juegos políticos norteamericanos: dividir y vencer  fue su  lema,  método para  alcanzar el triunfo de una política calculada desde los primeros albores de la a constitución del los Estados Unidos como nación.

“Los Estados Unidos, a su juicio, - escribe Ramiro Guerra refiriéndose al pensamiento martiano- podían lanzarse contra España y arrebatarle la isla. Semejante violencia jamás se arriesgarían a realizarla contra Cuba independiente, constituida en República ordenada y democrática sin provocar la hostilidad de toda la América y la protesta del mundo civilizado. La independencia de Cuba era esencial para la seguridad de todo el continente [1]“; estas ideas no se materializarían al producirse la intervención norteamericana en Cuba, en 1898,  no habría república, ni existiría independencia; esta “obra” sería llevada a cabo por los políticos norteamericanos de acuerdo a sus propósitos e intereses. Los Estados Unidos  obrarían para hacer desaparecer los tres órganos de  poder  de la revolución: Gobierno de la República en Armas, Ejército Libertador y Partido Revolucionario Cubano. Las concepciones martianas , nada tendrían que ver con la “ república “ que nacería el 20 de mayo de 1902, son su opuesto; la llegada al poder en el más estrecho vínculo a los Estados Unidos de los “ nuevos líderes republicanos “, desvinculados del ideal unitario practicado hasta la muerte por  Martì, los haría partidarios de las más estrechas relaciones de dependencia hacia el vecino, despejando el camino a la penetración del capital  norteamericano; desviados de las concepciones martianas sobre la república, actuaron movidos por intereses, que se contraponían al ideal independentista y  democrático, que estaban claramente definidos en el Manifiesto de Montecristi,  firmado entre Martì y Máximo Gómez en 1895, reconocido como el programa de la gesta gloriosa de 1895, que tan cuidadosamente había sido concebida y preparada por su  principal líder. Estos gobernantes con el justo juicio histórico que les merece, traicionaron el ideario  y acción revolucionaria del  Apóstol.

No sería  Cuba libre e independiente, no  abarcarían  estas intenciones a  Las Antillas; en la balanza, el equilibrio, quedaría absolutamente a favor de los  Estados Unidos de norteamericana, la intervención, ayudaría considerablemente a  consolidar los intereses de la naciente potencia en el área y en el contexto americano en particular; quedaba un continente a merced   de los grupos monopólicos  formados en esa nación a finales del siglo XIX, en desenfrenada carrera por los mercados. Por su parte, Inglaterra, ya nada tenía que hacer frente a los Estados Unidos, su época histórica de rectora  en la política mundial, había llegado a su final con la Guerra Hispano cubana norteamericana, calificada por Lenin, como la primera imperialista.

 De hecho las  concepciones estratégicas de Martì sobre el proceso independentistas cubano en el contexto internacional, quedarían aplazadas para futuras generaciones;  no serían precisamente los hombres de inicios del siglo XX, los encargados de la formación  del Estado Nacional Cubano; que ya se había experimentado en la manigua durante la contienda de los Diez Años ( 1868-1878 ), y luego en  1895. La república que nació el 20 de mayo de 1902, no representaba los intereses de la nación cubana, de ahí su  ruptura con el proceso independentista cubano anterior. La nueva época “ republicana “ de inicios del siglo XX en Cuba, atada  desde sus inicios a los vecinos norteños por tratados, empréstitos y una pujante penetración de capitales, sentaron las bases de una profunda deformación económica, que se hizo sentir inmediatamente sobre la sociedad cubana, dando lugar a una profunda deformación estructural y crisis permanente.

¿Estaban preparados los seguidores más  cercanos  a Martì para dar continuidad a la obra proyectada?; mucho han reflexionado nuestros historiadores sobre  la prematura  muerte en Dos Ríos  y la evolución de los acontecimientos que se desarrollaron. Son innumerables las cartas, disposiciones y hasta consejos en que el maestro expresa, que la obra que ha de tener  lugar debe llevarse a cabo con el más absoluto rigor, organización, paciencia y silencio, insistiendo  continuamente en este último aspecto, consideraba la discreción como un arma necesaria y validad, como garantía del trabajo de conspiración  y acopio de armamentos para la gesta independentista; conocido es que incluso se encargó de alertar sobre ello en el periódico Patria en varias ocasiones, pudiera expresarse que fue un baluarte en la organización de la seguridad mambisa, e incluso, artífice del contraespionaje. En la ya universalmente conocida carta a su amigo Manuel Mercado, que queda inconclusa por su  muerte, expresa : “ ... en silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrla, han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiados recias para alcanzar sobre ellas el fin “; Martì concibió decir cada cosa en su momento, ante el temor de dar información al enemigo, que diera al traste  con los preparativos insurreccionales, sus ideas sólo eran conocidas en el momento preciso, partiendo de una rigurosa compartimentación.  En las condiciones históricas de asedio constante, de trabajo clandestino, de penetración enemiga, de agentes norteamericanos  siguiendo sus pasos, era  imposible, que las ideas más profundas del Apóstol sobre diversos temas políticos no fueran conocidos, a pesar de tener una fluida correspondencia con los principales jefes vinculados a los preparativos de guerra; confió parte de esas ideas a su principal amigo, esbozadas de forma general, a él exponía sus principales preocupaciones, agonías y dudas, como  lo prueba su correspondencia. Sus principales ideas políticas, las más recientes y acabadas, las que definían los destinos futuros de su vida, estaban esbozadas en sus líneas generales, pero no conocidas en su profundidad.

Sin  lugar a dudas, los principales esfuerzos de Martí, estuvieron encaminados a lograr la necesaria unidad de todos los elementos que pudieran desembocarse en el torrente independentista, a esta actividad consagró su inteligencia; en carta a Máximo Gómez del 6 de mayo de 1893 le expresaba que, “ La fuerza entera la he gastado en poner a nuestra gente junta, en torcerle las intrigas al gobierno español, en salirme de la red que con sus visitas y espionaje nos tiene en la casa propia, salvar la revolución indudable de lo único que la amenaza: - de la traición  de los que la sirvieron una vez, y hoy sirven al gobierno español [2]- “. En su concepción estratégica, la organización de la nueva guerra por la independencia, debía surgir sin el lastre de la división, para esta fecha ya  era un hecho  el Partido Revolucionario Cubano (10 de abril de 1892) -dando a conocer en el Periódico Patria el 14 de marzo de 1892 sus Bases y Estatutos -; después de una larga, mesurada y paciente labor política durante más de diez años en la emigración. Este  acontecimiento trascendental para el futuro de la revolución,  la diferenciaba radicalmente de su antecesora, adoptando el proceso una cualidad superior, exclusiva del ámbito americano. Concebir el partido, no solo para la independencia de Cuba, sino para fomentar además la de Puerto Rico; esbozaba  los objetivos en la nueva república, prevenía de los peligros internos y externos que podían amenazar el proceso independentista cubano. Al firmar Máximo Gómez junto a Martì el Manifiesto de Montecristi, el 25 de mayo de 1895, reconocía la existencia y conducción del proceso gestado por el maestro, y con el, al Partido Revolucionario Cubano como órgano conductor, se comprometía con sus bases y estatutos. El 24 de febrero de 1895, cuando fue  reiniciada la contienda, un sólido instrumento conductor tenía la revolución.

En las Bases y Estatutos del Partido Revolucionario  Cubano, están claramente definidas las posiciones de actuación ante posibles ingerencias extranjeras en el proceso revolucionario cubano que se gestaba; se creaban las condiciones para la extensión del movimiento a Puerto Rico, aún colonia española, apuntando claramente hacia unas Antillas libres e independientes, republicanas y democráticas.

El Programa o Manifiesto de Montecristi, dejaba claro que “La guerra de independencia de Cuba, nudo de haz de islas donde se ha de cruzar, en el plazo de pocos años, el comercio de los continentes, es suceso del gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo [3] “. Martì, inmediatamente  firmado el Manifiesto, dio instrucciones para su  rápida impresión y hacerlo llegar a todos los que estaban  implicados en la batalla  por la independencia, especial preferencia dio a las  núcleos organizados por el Partido Revolucionario Cubano y su difusión al mundo para dar a conocer los objetivos que llevaban a los cubanos a empuñar las armas nuevamente contra el yugo colonial español.

De lo expuesto se desprende una conclusión a todas luces fundamental:

En las Bases Programáticas del Partido  Revolucionario Cubano y  Manifiesto de Montecristi, conocido además, como el Programa de la revolución; que resumen  toda la obra creadora de José Martì en la preparación de la guerra necesaria, están esbozadas las concepciones martianas sobre el equilibrio del mundo y el papel que han de jugar las Antillas libres para evitar  la expansión norteamericana en América. Al desaparecer en combate Martì, se perdería el espíritu político de llevar a vías  de hecho lo expresado en  los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano y el Programa de la Revolución; lo que inevitablemente favoreció a los Estados Unidos de fin de siglo; se podría dar por ternimada la política de “ espera paciente “, patrocinada por Tomás Jefferson  en relación a Cuba, desde inicios del siglo XIX , estaban,  lo suficientemente consolidados en el orden económico interior, como para poder rivalizar- aún con el uso de la fuerza–, con cualquiera potencia europea.

En las nuevas condiciones en que se organiza la  continuación de la gesta libertadora, sus cercanos colaboradores en la preparación de la guerra no conocían la profundidad de las ideas políticas  en Martì; el 23 de noviembre de 1893, desde New York le expresaba a Máximo Gómez que, “ A pura astucia hemos ido salvando del gobierno el  conocimiento de los compromisos reales [4] “, hasta qué punto el viejo luchador no  alcanzaba a  ver  la dimensión del ideal político se aprecia en la misiva que le envía  el  4 de enero de 1894, donde le expresaba,  “ El único libre, mientras no tengamos patria  libres,  Antillas  amigas y libres, nuestra América libre, está en nuestros campos de batalla. ¿ Formas dice Ud., y diferencias de formas¿ ¡ Ya verá cuán pocas ¿ [5]. Existen particularidades y condiciones objetivas  que justifican la actuación en silencio; tiene la peculiaridad el movimiento de ser organizado desde el exterior,- fundamentalmente Estados Unidos-, y simultáneamente su preparación en el interior de la isla, lo que complejizaba en grado máximo la labor. Los principales líderes, diseminados por Centroamérica, demandaban una sostenida correspondencia en la fase preparatoria de José Martì, con los principales implicados,  en el esclarecimiento y comunicación de las principales orientaciones, siempre, bajo la presión del espionaje español y  los agentes norteamericanos.

Las propias implicaciones que a la luz de las leyes norteamericanas pudiera causar la existencia del Partido Revolucionario Cubano como fuerza rectora, mantenían la constante preocupación en José Martì  de controlar personalmente hasta el último detalle todo lo relacionado con el movimiento insurreccional; conocedor  de la hostilidad del gobierno de los Estados Unidos hacia la causa independentista; podía el  movimiento ser abortado, y no se concebía su realización sin la participación de la emigración cubana radicada en esa nación.

En la carta de solicitud  que realiza la Delegación del Partido Revolucionario Cubano el 13 de septiembre de 1892, escrita por  José Martì,  sobre la incorporación de Máximo Gómez al proceso liberador, expresaba,“Ud., que vive y cría a los suyos en la pasión de la libertad cubana, ni puede, por su amor insensato de la destrucción y de la muerte, abandonar su retiro respetado y el amor a su ejemplar familia, ni  puede negar la luz de su consejo, y su enérgico trabajo, a los cubanos que, con su misma alma de raíz, quieren asegurar la independencia amenazada de las Antillas, y el equilibrio y porvenir de la familia de nuestros pueblos en América [6] “, la formulada solicitud deja claro al general que la causa cubana, va mucho más allá de la independencia de Cuba y previene del expansionismo del norte. Martì no puede concebir su plan sin la presencia de Gómez y Maceo, representan ambos lo mejor de la pasada contienda, de cualidades excepcionales para la conducción de las operaciones militares y alto prestigio en el pueblo de Cuba y la emigración. En su  Diario de Campaña, Gómez no hace referencias, ni antes, ni después de la muerte de Martì al Manifiesto de Montecristi, tampoco al Partido Revolucionario Cubano, en tanto son baluartes sólidos de alto alcance político e ideológico; mucho menos a la concepción martiana sobre el equilibrio del mundo y al verdadero significado que tendría la independencia cubana en el contexto americano.

Pueden  ambos jefes militares, llevar a vías de hecho lo que no pudo ser alcanzado en la contienda  del 1868, se realizaría la invasión, se arrastraría a todo el país en la contienda, bajo el influjo de los órganos de poder de la revolución; enturbiada ésta por el renacimiento de fuertes contradicciones entre el mando militar y  el gobierno civil por un lado y con  la Delegación del Partido Revolucionario Cubano por el otro; llegado el momento, la crisis, llevaría a la deposición de Gómez por la Asamblea y con esa medida, cabo su propia desaparición el gobierno cubano; en el norte, Estrada  Palma, se encargaría de barrer la obra  en la que Martì cifró todas sus esperanzas, unilateralmente desintegró el Partido Revolucionario Cubano, el 20 de diciembre de 1898.

Cuando el 24 de octubre de 1898, se reúne la Asamblea en Santa Cruz, Bartolomé Masò, Presidente de la  República en Armas, expone su mensaje; con sublime candidez expresa: “ Grande, inmensa es la gratitud que debemos los cubanos, al gran pueblo de los Estados Unidos de América y a la acción de ese pueblo y su gobierno nos inspira fe completa y confianza verdadera [7] “; después de una guerra ganada en los campos de Cuba, a prueba de la sangre derramada por el pueblo cubano,  veía en la intervención, una seguridad para alcanzar  una república independiente; viviría este patriota a este error; expresión en esencia de una desviación del pensamiento de José  Martì.

Perdidos los órganos representativos del pueblo cubano, no podía ni pensarse  en la invocación del pensamiento unitario de Martì, en tanto, después de su muerte, no fue seguido por los principales líderes, ante un hecho consumado  como la intervención norteamericana, la “confusión” creada en los principales dirigentes, hacía imposible retomar, lo que sin dudas, hubiera esclarecido a los patriotas sinceros que defendían la causa de la independencia a toda prueba.

El texto martiano que da inicio a este trabajo, escrito por el maestro a Federico Henríquez y Carvajal, en carta de 25 de marzo  de 1898 en Montecristi, Santo Domingo, junto a la carta dirigida a su amigo Manuel Mercado, inconclusa, reflejan  el pensamiento antiimperialista  de Martì del cual sus más estrechos colaboradores, no se penetraron. El entorno en el cual  se proyectaron las ideas sobre el equilibrio del mundo, hacían imposible su aplicación, no estaban dadas las condiciones subjetivas, ni objetivas para llevarlo adelante.




Referencias

[1] La Expansión Territorial de los Estados Unidos. A expensas de España y los Países Latinoamericanos. Editora Nacional de Cuba. La Habana, 1964. Pág. 11.
[2] José Martì, Obras Escogidas, Tomo III, Pág. 220, Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2002.
[3] Manifiesto de Montecristi, José Martì, Obras Escogidas, Tomo III, Pág. 517. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2002.
[4] Carta a Máximo Gómez. José Martì, Obras Escogidas, Tomo III, Pág. 296.Editorial de ciencias Sociales. La Habana, 2002.
[5] Carta a Máximo Gómez. José Martì. Obras Escogidas, Tomo III Pág. 313. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2002.
[6] Diario de Campaña del Mayor General Máximo Gómez, Pág. 569.Impreso en los Talleres del Centro Superior Tecnológico de Ceiba del Agua, Habana.
[7] Documentos para la Historia de Cuba. Hortensia Pichardo. Tomo I, Pág. 535.

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