INTRODUCCIÓN
Cierran las
sesiones del III Encuentro Internacional por el Equilibrio del Mundo existiendo
una comunidad de ideas coincidentes sobre la vigencia del pensamiento de José
Martí, pues transcurrido más de un siglo, las causas que dieron origen a lo
expuesto por él sobre el necesario equilibrio político, lejos de atenuarse, se
ha profundizado. Para finales del siglo XIX, el paradigma del equilibrio de
poderes por el cual se había apostado en el Congreso de Viena de 1815, comienza a desmoronarse ante
el empuje del naciente imperio norteamericano; Doctrina Monroe y Destino
Manifiesto hacen añicos cualquier posibilidad de supervivencia de lo hasta
entonces establecido para las relaciones internacionales, de ahí la
sostenibilidad de Martí en mantener el equilibrio como un principio no solo
aplicable a la geografía americana, sino al mundo.
No es
nuestro objetivo abordar las causas por las cuales la tesis martiana se
ensombrece, sino las circunstancias que posibilitaron su inexistencia hasta
nuestros días, lo cual tiene un fundamento esencial en la política de los
Estados Unidos durante el siglo XX y los primeros doce años del siglo XXI.
El fin
de la “espera paciente” o el nuevo siglo XX norteamericano; de Wilson a Obama.
En el
discurso ante el Congreso de los Estados Unidos de 8 de enero de 1918, el
presidente Thomas Woodrow Wilson expondría 14 puntos que vendrían a ser el
nuevo comodín para las relaciones internacionales, de estos atenderemos a 3 de ellos
que definirán las posiciones geoestratégicas de los Estados Unidos una vez
concluida la I Guerra
Mundial:
El número 3,
que suprimía, hasta donde fuera posible, todas las barrera comerciales.
El número 4, establecía suficientes garantías recíprocas de que los
armamentos nacionales serían reducidos al límite compatible con la seguridad
interior del país.
El número 14, creación de la
Sociedad de Naciones.
La combinación de ellos define la geopolítica norteamericana para el
período posterior a la primera gran contienda bélica del siglo XX, da la
posibilidad de expansión económica a escala global, que tiene como escenario
principal, la eliminación de las barreras económicas-sobre todo europeas-que
quedará dependiente de la industria norteamericana, no solo por el volumen de
exportación desde los Estados Unidos, sino por los montos de la ayuda
financiera para la reanimación de la economía europea.
Por el punto 4 pone a Europa
“desvalida” del poder militar; lo que no implicaba un compromiso para los
Estados Unidos, pues como país vencedor es sobre todo un garante de los
acuerdos y no un responsable de su cumplimiento; dándole la supremacía en el
terreno militar.
En el orden político internacional-punto 14- proponía la creación de la Sociedad de Naciones bajo
la inspiración de los Estados Unidos; de
la cual prematuramente se separa dejando su liderazgo a Inglaterra y Francia,
pero que finalmente se desintegra.
Política-economía-poderío militar, aparecen combinados y marcan las
tendencias geopolíticas de los Estados Unidos que no dan alternativa posible
para el equilibrio en las relaciones internacionales una vez concluida la I Guerra Mundial, la
prueba más clarividente de la ruptura del equilibrio será el rearma alemán,
unido a ello una nueva fuerza hasta entonces desconocida aparece en el
escenario mundial que alimentará la tendencia creciente de las ideas
geopolíticas-como regularidad- en los Estados Unidos: La Unión Soviética.
Concluida la II
Guerra Mundial aparece en el contexto de las relaciones
internacionales el resurgimiento de una nueva sociedad, la ONU, reviviendo el fracasado
ensayo de “seguridad colectiva” de la Sociedad de Naciones; el 12
de marzo de 1947, Harry Truman expone, “Si vacilamos en
nuestra misión de conducción podemos hacer peligrar la paz del mundo y, sin
lugar a dudas arriesgaremos el bienestar de nuestra propia nación“; a partir de ese entonces la llamada Doctrina
Truman será el nuevo exponente ante nuevas circunstancias históricas de las
tendencias geopolíticas de los Estados Unidos de Norteamérica. Surgirá en 1949
como consecuencias de ella la
Organización del Tratado del Atlántico Norte, como medio de
contención y para la agresión al naciente campo socialista, disfrazado de
bloque militar para la seguridad colectiva.
Tal como ocurrió
una vez concluida la I
Primera Guerra Mundial, el poder económico dominante hizo su
parte combinado con las fuerzas políticas y la hegemonía militar; Plan
Marshall, Banco Mundial, FMI, GATT, no son más que los derroteros del dominio
económico a escala mundial por los Estados Unidos, que dieron la definición al
total dominio de ese país hasta nuestro días. La existencia del campo
socialista dio pie a la desenfrenada y lucrativa carrera armamentista,
justificada ante el mundo como “amenaza a la seguridad nacional” y de los
intereses democráticos de occidente, dando absoluto predominio a la presencia
norteamericana en las principales zonas geo estratégicas del mundo a través de
una fuerte U.S. Navy y su respectivo sistema de bases, tal y como a finales del
siglo XIX había diseñado Mahan. En
términos geopolíticos de “América para los americanos”, se vislumbró a partir
de la II Guerra
Mundial “el mundo para los norteamericanos”. En qué medidas el bipolarismo
contribuyó a alcanzar la hegemonía o a justificarla, o como resultado de las
contradicciones este-oeste al predominio unipolar, no es nuestra intención
tratar pues entrarían en juego disímiles causas que harían interminable el
propósito de esta exposición; quedando para siempre sepultado en el modo
político de actuación de los Estados Unidos que, “En la presente etapa de la
historia mundial casi todas las naciones deben elegir entre modos alternativos
de vida.”[1]
La vida posterior a la II Guerra Mundial
determinó que la geopolítica norteamericana encontrara serios obstáculos en su
materialización, la existencia del sistema socialista mundial y su influencia a
escala global rozó en más de una ocasión con la esencia misma del hombre ante
el nuevo panorama de guerra fría, siendo la Crisis de Octubre de 1962 el momento más
alucinante y comprometedor para la existencia humana.
Hasta dónde los intereses geoestratégicos y geopolíticos conforman una
maquinaria perfecta que penetra al
sistema institucional-incluido el estado-fueron expresadas por JF. Kennedy el
27 de abril de 1961:
“Porque nos enfrenta
en todo el mundo una conspiración monolítica y despiadada que se basa
principalmente en medios encubiertos para expandir su esfera de influencia
basada en infiltración en lugar de invasión, en subversión, en lugar de elecciones,
en intimidación en lugar de libre elección. Es un sistema que ha usado vastos
recursos humanos y materiales para construir una maquina eficaz estrechamente
tejida que combina operaciones militares, diplomáticas, de inteligencia,
económicas, científicas y políticas. “
Esa misma maquinaria, fue la que
condujo a los sucesos de Dallas, pues cualquier cambio o reorientación política del poderoso estado
hacia el mundo no estaban en la agenda de los grupos de poder.
“Equilibrio” y “paridad” devienen como
conceptos en un mundo dividido en dos grandes sistemas, que dada la confrontación puede dañar de una
vez y para siempre la existencia de la vida humana, pero aparente por la
cantidad de medios que son capaces de portarla; de ahí que ambos términos fueran
a lo largo de cuatro décadas la caja de resonancia para que los halcones de la
guerra impulsaran hasta el infinito los presupuestos militares, existiendo en términos matemáticos
(cuantitativos) profundas diferencias entre la Unión Soviética y
los Estados Unidos, los datos expuestos
en diferentes obras sobre la Crisis de Octubre así lo
demuestran; tendencia que se mantuvo
a lo largo de la década del setenta del
siglo XX y hasta la desaparición de la Unión Soviética;
como regularidad se conservó la superioridad nuclear de los Estados Unidos en
armamentos ofensivos de mediano y largo alcance. Fue este a pesar de las
diferencias, el momento de mayor equilibrio alcanzado después de la I Guerra Mundial, pues
los medios existentes ya daban suficiente prueba en los medios académicos
y científicos que ante una guerra no
habría vencedores ni vencidos, sino destrucción del patrimonio humano a escala
global.
Tras la caída del muro de Berlín
y de la Unión Soviética
el mundo se enfrentó a una nueva
realidad; pasó a uní polaridad,
acentuando el proceso de globalización de la hegemonía político-económica de
los Estados Unidos. Disueltas las estructuras del sistema socialista a nivel
mundial, fueron hegemónicamente endiosadas las hasta ese momento creadas para
enfrentar al “monstruo comunista” ya desaparecido, OTAN, Banco Mundial y FMI.
Un nuevo “enemigo” salió a la
palestra pública para dar continuidad y
justificación a las ideas geopolíticas globales; un cambio radical se operó en
el mundo tras el 11 de septiembre del 2001, ese mismo día en horas de la noche
el presidente George W. Bush comunicaba a la nación en un mensaje, "Estos
ataques pueden destrozar el acero de nuestros edificios, pero no pueden
destruir el acero de nuestra determinación"; dando comienzo a escala
global a la lucha contra el terrorismo que no es otra cosa que la defensa de
los intereses norteamericanos, o
intervenir allí donde crean “amenazada” la democracia. Por ese camino han sido
muchos los países incluidos en la lista norteamericana.
La llamada geopolítica del petróleo, en época
donde los recursos energéticos vienen a determinar el accionar político a escala global, llevó
invariablemente a los trágicos acontecimientos en el Medio Oriente, provocados
por la política intervencionista de los Estados Unidos en alianza con un mundo
occidental subordinado.
Constantemente la gran prensa se
ha empeñado en presentar a Obama como un reformista, incluso lo comparan con Kennedy, cuando en realidad ha dado viso
de continuidad a la estrategia geopolítica
de quien lo precedió; las nuevas tendencias globales tras el salto de
China, catapultada al liderazgo económico a nivel mundial, han reorientado esas
tendencias hacia el área del Pacífico. Rusia y su reanimación económica han venido a revivir viejas confrontaciones
aparentemente desactivadas por el Departamento de Estado de los Estados Unidos,
sumado a ello una reconquista en la nueva era “inteligente” del continente
Africano.
Estas son a grandes trazos las
respuestas al equilibrio martiano que durante el siglo XX y primera década del
XXI nunca existió, pues las
tendencias geopolíticas imposibilitaron
su materialización aún en los momentos de “aparente equilibrio”; de ahí el
consenso unánime de las ideas de José
Martí sobre el Equilibrio del Mundo y su necesidad de ser alcanzado.
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