Tras
la reciente votación en la
Organización de Naciones Unidas para poner fin el bloqueo norteamericano a Cuba se puede
objetivamente resumir que sólo dos escollos existen, los votos negativos de Estados Unidos e
Israel; es eufemístico-aunque cuenta- el de Islas Palaus. El entramado
legislativo norteamericano es rehén de una vieja tendencia anti comunistas de los tiempos de la guerra
fría, que fue ensalzada con una rabia anti Castro que perdura
cuando ya el sistema socialista
mundial sólo aparece como recuerdo, muy poco mencionado por los “monstruos” de
la prensa.
Las
medidas revolucionarias adoptadas por el gobierno cubano de aquellos primeros años que
siguieron al 1959 cancelaron todo tipo de continuidad de la gran propiedad privada nacional o extranjera en pocas manos; principal causa que diera lugar a la política de confrontación y
bloqueo del gobierno norteamericano contra Cuba, siempre alentada por
aquellos que abandonaron el campo
cubano, haciéndose rehén esa política de un grupo de exiliados cubanos que
desde entonces no admitieron otro tipo de relación bilateral entre ambos
países; prefiriendo incluso la guerra y destrucción antes que cualquier intento
negociador por poner fin a las hostilidades. Tales tendencias se manifestaron según varias
hipótesis en el asesinato de J. F. Kennedy, existiendo probadas razones de la
participación de los grupos más reaccionarios de cubanos radicados en Miami en
el magnicidio de Dallas.
Después
del año 1989, no pudieron sostenerse por más tiempo los epítetos dados a Cuba
como “satélite” de la Unión Soviética;
la política de ahogo continúo, apostándose a partir de entonces por la
insostenibilidad del proceso revolucionario en la mayor de Las Antillas, pues
era generalmente admitido por las deferentes administraciones norteamericanas
que la economía cubana era subvencionada por
aquel gran país. Enmascarados tras la
“amenaza” del socialismo de una parte y el lobby cubano americano por
otra, tal como en los sesenta el nudo
norteamericano continúo apretándose en
los 90, para llegar a un nuevo siglo con dimensiones excepcionales.
Los
“encariñados” pronósticos de Obama-primer mandato- sacaron a muchos equivocados
sobre una posible solución de entendimiento entre Estados Unidos y Cuba de los
sueños, vieron más de cerca la vieja y
maltratada expresión de que “un presidente en los Estados Unidos es rehén del
sistema”, todo lo cual puede ser bien explicitado no solo por el caso cubano.
¿Es
posible el “ansiado” cambio político en un segundo mandato de Obama?
La “rotunda” victoria electoral ha dado una
mayor capacidad de maniobra a los demócratas y parece que los republicanos se
sientes más presionados para sostener un diálogo con sus opositores, lo que
equivaldría a hacerle la vida al presidente un poco más sosegada en un nuevo
período; pero en ese “romántico”
equilibrio no cuenta el bloqueo contra Cuba, pues las posiciones del
republicanismo han sido bien claras en cuanto a su rotunda oposición.
Aún cuando el estado de la Florida fue ganado para el
campo demócrata, este fue por un
reducido margen; pero en extremo difícil de definir cómo se comportó el voto de
los cubanos dado el amplio abstencionismo que caracterizaron las elecciones en ese estado y en otros de la
unión. Puede parecer que Obama está entonces en un escenario favorable para dar algunos pasos en ese
camino de acuerdo a los resultados, pero la realidad puede ser otra y que esa comunidad continué siendo un
bastión republicano, pues una parte de
los votantes sencillamente han castigado a Romney por exponer medidas
restrictivas a los viajes y remesas a la
isla; política-que aunque con algunas restricciones-Obama ha favorecido.
Lo
que considero más apremiante para la administración Obama es su rediseño
político para la América Latina,
pues virtualmente se ha situado ante una encrucijada dadas las exigencias del
continente de un cambio de posición con relación a Cuba, dónde la comunidad de
países ha expresado claramente que una nueva cumbre de las Américas no tendría
sentido sin Cuba, situando a Estados Unidos entre la espada y la pared.
Cuba
ha declarado reiteradamente su posición y su capacidad para sostener
negociaciones sin límites ni restricciones, sobre la base de la igualdad de
derechos y sin intromisiones en los asuntos internos de la otra parte. Las
posiciones soberanas de la mayor de Las Antillas nunca han sido del beneplácito
de esa nación, pues siempre ha intentado encauzarla bajo la orientación de un
cambio político, totalmente inaceptable para
los cubanos.
Ante
nuevas realidades un presidente demócrata puede encauzar un camino de
negociaciones con Cuba, el costo puede ser alto, pero factiblemente posible,
pues otras consideraciones no han sido abordadas aquí y cuentan en el balance general de las fuerzas
políticas que están a favor de que este proceso tenga lugar.
En
tanto de no conducirse por ese camino, la política norteamericana seguirá
siendo rehén de una minoría discapacitada
de Miami, y enmascarados, tendrá que
transitar por el mismo camino de anteriores administraciones; parece esta la
opción más ajustada a las actuales condiciones.
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