Las identidades tienen en el caso americano singularidades y generalidades que tienen expresión desde lo
local y regional que en el devenir del tiempo
incuestionablemente desembocaron en lo nacional; este proceso no deja de
tener profundas raíces que están en la conquista y colonización de estas
tierras; la conquista planteó el dilema de …“procurar la predicación del evangelio
para todo él, y la conversión de
las gentes que en él viven”…; [1]
ese proceso inédito para entonces, encontró en el hombre americano y en el caso
de la Isla de
Cuba, la oposición del indio, que se manifestó en … “no sembrar ni hacer labranzas de su conuco, para que no se cogiese fruto alguno en la tierra,
y ellos recogerse a los montes”…; [2]
lo que pudiera considerarse un antecedente del cimarronaje que con
posterioridad envolvió a la historia colonial cubana. Por ese mismo carácter
salvaje del proceso de conquista y colonización, además de interrumpir el
proceso de desarrollo natural de los pueblos americanos, se introduce como
respuesta la oposición unas veces calladas, no violenta, en otras violenta, en
ocasiones hasta salvaje, de oposición ante las nuevas circunstancias foráneas
allende a los mares de este continente.
Desde temprano se advertía “la total perdición de todas estas
infinitas naciones” …;[3]
cuando aún no eran colonias conformadas, se dejaba plasmado desde principios
del siglo XVI que los gobernadores …“no ignoraban la vida que acá siempre
hicieron los españoles, y sus vicios
públicos y malos ejemplos”...;[4]
los males que en este sentido se
entronizaron en la isla alcanzó a las instituciones locales durante todo
el período colonial; la historiografía antecedente está plagada de hechos y acontecimientos que prueban hasta
dónde el vicio se había enraizado; contribuyendo al rechazo de estas
instituciones, constituyendo rasgos de
identidad a nivel local que irá conformando el proceso de formación nacional.
No se puede omitir del debate
contemporáneo sobre el tema en la Historia Regional Cubana
lo que representó este proceso para la posterior evolución en tanto es
casi exterminada la población aborigen de la Isla; obligando con ello a la búsqueda de
alternativas de mano de obra; quedando
en la memoria la obra devastadora del colonizador español, pero a la vez
la resistencia india; aún cuando en sobrados documentos nos brindan cómo fueron
esos acontecimientos, no hemos reparado todavía en el legado identitario que
nos dejó, pues la rebeldía es tan lejana como tan cercana la vocación de
independencia, y esta no puede sobrevivir si no está presente la primera; de
ahí viene entonces ese espíritu que
acumulativamente, paso a paso, fue caracterizando al criollo hasta irrumpir en
el escenario colonial del siglo XIX.
La identidad como conjunto de circunstancias que van distinguiendo a
determinados individuos y grupos humanos, ha de tener un enfoque general en el
que estén integrados todas sus partes; y
no se trata precisamente de criticar lo hasta hoy formulado, sino abordar lo no
tratado para poderlo enriquecer; que es precisamente lo que ha de aportar cada estudio e investigación
histórica sobre este tema.
Dónde encontrar el deslinde entre lo español y lo criollo en un tema tan
peliagudo como el de la “propiedad”, que marcará no solo al criollo por nacer
en esta parte de un “nuevo mundo” con lo español, donde otros elementos están
presentes. En el Asiento y Capitulación del Rey español con los obispos de
principios del siglo XVI, se definía que “posbeneficios
que vacaren, o se proveyeren después de la primera vez, se provean a los hijos
legítimos, que nacieren allá, de los
españoles que acá fueren a vivir a dichas islas, no los hijos de los indios”…. [5]
La disposición soberana no incluía a los indios, estos eran considerados como
salvajes, sin derecho alguno; aunque en las tierras colonizadas por España la
propiedad sobre ella era tan sólo soberana, reconocía por lo menos algún
derecho que en el de cursar del tiempo constituiría uno de los principales
problemas que le dan plena identificación al criollo en su enfrentamiento con
lo español. El problema de la propiedad sobre la tierra marcará e identificará
rasgos identitarios en el criollo desde los espacios locales; además de constituir
un resorte para la unión de las élites territoriales en sus enfrentamientos con
el poder metropolitano.
El debate sobre las raíces
económicas de la identidad local criolla no está a la altura de poder dar
respuesta en este sentido, pues se carece de estudios en las distintas zonas,
jurisdicciones y regiones de la isla
durante varios siglos. Esas raíces pasan
también por el medio y un cúmulo de circunstancias raras veces estudiadas. De
esa época también nos viene el abrumador diezmo, motivo de continuos conflictos
que fueron marcando poco a poco qué era español y qué era criollo en las
colonias americanas.
La encomienda como institución, puede en este amplio espectro
revelar cómo contribuyó a deslindar las
deferencias e imperceptiblemente brindar peculiaridades de las cuales se
apropiaron los hombres de esta parte del mundo en su actuación y conductas que
luego fueron asumidas por el criollo como rasgos distintivos.
La identidad local y su estudio
desde las perspectivas de la propiedad tratamos de enjuiciarla para determinar rasgos de la jurisdicción de
Santa Clara en el espacio de tiempo que
nos ocupa.
Con estos antecedentes nos proponemos demostrar que el debate sobre las
identidades locales yerra en su enfoque integral y que estamos en el deber de
superar. En las expresiones del debate sobre las identidades locales en Cuba se coincide en que la toma de
conciencia de sí y para sí, transita por un largo camino en el cual múltiples
factores intervienen. Un importante
papel se le atribuye según Eduardo Torres Cuevas a la relación “con el medio natura”; [6]
punto de vista también coincidente con Francisca López Siverio, Oscar Loyola
Vega y Arnaldo Silva León; al utilizar los términos de aislamiento y entorno
como condicionantes.
Recientemente Torres Cuevas lo
retomaría para tratarlo como “nueva
naturaleza física”;[7]
por su parte Jorge Ibarra lo define como “un
proceso histórico natural”; [8]
concepto que aunque general, incluye al medio.
No obstante el nivel de coincidencia, es preciso distinguir en la propia
dimensión del proceso colonizador y su
relación dinámica económica y política; las periferias portuarias de la Isla de Cuba gozaron de determinadas
condiciones que no estuvieron presentes en las comunidades y villas del
interior; ello nos conducen a
pronosticar determinados rasgos de diferencia en la variedad de componentes,
que a la vez presentan patrones de economía
que se deslindan en la segunda mitad del siglo XVIII, asumiendo
posiciones determinadas ante el aislamiento impuesto por el medio y las
diferencias de economías.
El proceso de formación nacional no puede admitirse como sumatoria, de
lo que se trata es de comprender….“las
generalidades distintivas del cubano y de su historia y cultura material, y
dentro de ellas. Aquellas que son comunes a toda nación”…;[9]
por tanto las peculiaridades que se distinguen en la identidad local meritan la
mirada más penetrante con un enfoque transdisciplinar.
Transculturalidad y multiculturalidad son conceptos del debate
absolutamente vitales, aceptados y enjuiciados como un proceso abarcador a toda
la isla, imponiendo matices y formas; según Jorge Ibarra es …“bajo la impronta del antagonismo que dividió a los cabildos y
comunidades criollas de las autoridades coloniales españolas por más de tres
siglos”;[10]
lo que al estar abordado preferentemente desde la perspectiva de la región
occidental y menos estudiada desde las identidades locales en toda la isla,
limita el análisis teórico del proceso de formación nacional y sus antecedentes
en toda su extensión y generalidad;
dejando fuera aquellas particularidades que se engarzan con el torrente
global. Su complejidad está determinada
por el tiempo en el cual tienen lugar,
pues la cultura para ese momento no es tradición, ni crea un pensamiento
propio; lo que será posible a finales del siglo XVIII.
La esencia del problema es si las
identidades locales ocupan espacio en la historiografía y debates actuales; de
una u otra manera no se puede obviar por ser constantemente recurrente; pero no
abordado en sí como una temática propia para su estudio; la fragmentación
resulta ser la causa más visible que se
aprecia. Aunque se utilizan términos
como villas, ciudades, comunidades, cabildos, comunidades criollas, pobladores
y patria local en no pocos historiadores; desde el enfoque de identidades
locales se presenta muy escasamente en la historiografía relativa al siglo XVIII.
La exigencia de abordar los estudios desde la región económico social
como estructura; ha obviado lo local para este siglo, y la jurisdicción solo mencionada; en
momentos en que la región histórica no está presente, pues es la jurisdicción
el componente del sistema. Para Olga Portuondo Zúñiga …“el criollo concreta su sentido de ser identificándose en el territorio,
con la localidad dentro de la cual ha establecido sus vínculos y relaciones más
estrechas”;[11] deja sentado dos cuestiones que son de gran
importancia en el tratamiento: lo local y el espacio territorial; que no es
otro que la jurisdicción; lo que
justifica la existencia de las identidades locales(en espacio extendido)
en el proceso de formación nacional,
sustituidos ambos por el reiterado concepto de patria local.
El proceso fundacional de Santa Clara es “a veces convalidado desde el punto de vista político administrativo”; [12]
expresión de insatisfacción ante la falta de correlación entre este hecho con
el proceso de formación nacional; el ejemplo citado, viene a confirmar lo
expresado por Jorge Ibarra sobre la
carencia de estudios para la macro
región centro-oriental; confirmando la existencia de lagunas en los estudios
regionales al tratarse el problema de la formación nacional.
En 1968 aparece en el escenario historiográfico cubano el artículo “Una
Isla con dos historias” de Juan Pérez de la Riva; su tesis vendría a poner en el debate una historia A para el occidente cubano y una
B en el centro oriente. El polémico artículo tocaría a fondo en el problema
engendrado por las desigualdades entronizadas en el proceso colonial. La
sugerente propuesta aparecía como una tabla de salvación para algunos y no ajustada para otros. Esta posición más
realista de Pérez de la Riva
la tiene en consideración Jorge Ibarra en sus estudios cuando enfatiza en la
necesidad de los estudios de la región centro oriental, por ello, todo estudio
sobre el siglo XVIII tienen que partir desde las identidades locales como antecedentes del proceso de formación
nacional.
Al concebir la identidad local como el
conjunto de circunstancias que distinguen a personas y grupos humanos en
un término o espacio concreto; enmarcado
en una determinada zona, justifica poder encarar los estudios en la región
central de la isla en sus relaciones con los demás espacios y las que se
establecen con el poder central en la isla.
Referencias
[1] B. de las Casas. Historia de las Indias. Tomo
I, p, 334.
[2]
Ob. Cit, p, 431.
[3]
Ob. Cit. Tomo II, p, 10
[4]
B. de las Casas. Historia de las
India. Tomo II, p, 12.
[5] Ob. Cit. p. 379.
[6] E. Torres Cuevas. Historia de Cuba 1492-1898, p, 83.
[7] E. Torres Cuevas. En Busca de la Cubanidad. Tomo I.
[8] J. Ibarra. Patria, Etnia y Nación.
[9] H. Venegas. Teoría y Método de la historia Regional Cubana, p, 42
[10] J. Ibarra. Patria, Etnia y Nación, p, 6
[11]
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