Introducción
Según Armando
Hart Dávalos, quien preside la Sociedad
Cultural “José Martí”, “la
justicia es, por tanto, la esencia del equilibrio del mundo y es, según la
tradición filosófica y cultural cubana, el sol del mundo moral “…, esta afirmación recientemente expuesta en un
artículo titulado “El equilibrio del mundo puede salvar a la humanidad” en el
periódico Juventud Rebelde de enero del 2013, tiene por esencia el ideario
martiano y su vigencia para las actuales
circunstancias históricas por las que la humanidad se encamina, como
contrapartida a las grotescas tendencias geopolíticas que socavan los
principios democráticos que Martí
proclamó a lo largo de su vida. Expone en el mismo artículo el intelectual cubano
un principio cardinal: el “equilibrio como ley matriz”…
Bajo el título “El entorno del equilibrio martiano”
vieron la luz dos artículos que escribí sobre la concepción martiana del
equilibrio del mundo, que revisado tiene total vigencia en cuanto al tema de
equilibrio martiano y geopolítica y que nos proponemos reproducir.
“Las Antillas libres salvarán la independencia de
nuestra América y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso
acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo”.
José Martì.
José Martì
como ningún otro cubano hasta su época, conoció de los verdaderos intereses que
movían la política de los Estados Unidos hacia los países de América; la
dinámica interna de la vida norteamericana lo llevaba invariablemente a
organizar en Cuba una contienda por la independencia en el tiempo más corto
posible, tal era su angustia, que pretendía inmediatamente reiniciada la
contienda organizar los órganos de gobierno; hacer la república desde la
manigua; ejercitar la democracia, preparar; educar para la principal misión que se llevaría a cabo; y detener la
expansión de los Estados Unidos por el
continente.
La obra
martiana trunca con su muerte en los campos de Cuba, el 19 de mayo de 1895,
imposibilitó llevar a vías de hecho las aspiraciones del maestro; sus más
cercanos colaboradores no estaban preparados para la misión proyectada, ni
conocían la dimensión y profundidad del pensamiento político de
este, sus seguidores, no
comprendieron las intenciones de los juegos políticos norteamericanos:
dividir y vencer fue su lema,
método para alcanzar el triunfo
de una política calculada desde los primeros albores de la a constitución del
los Estados Unidos como nación.
“Los Estados
Unidos, a su juicio, - escribe Ramiro Guerra refiriéndose al pensamiento
martiano- podían lanzarse contra España y arrebatarle la isla. Semejante
violencia jamás se arriesgarían a realizarla contra Cuba independiente, constituida
en República ordenada y democrática sin provocar la hostilidad de toda la América y la protesta del
mundo civilizado. La independencia de Cuba era esencial para la seguridad de
todo el continente [1]“; estas ideas no se
materializarían al producirse la intervención norteamericana en Cuba, en
1898, no habría república, ni existiría
independencia; esta “obra” sería llevada a cabo por los políticos
norteamericanos de acuerdo a sus propósitos e intereses. Los Estados
Unidos obrarían para hacer desaparecer
los tres órganos de poder de la revolución: Gobierno de la República en Armas,
Ejército Libertador y Partido Revolucionario Cubano. Las concepciones martianas
, nada tendrían que ver con la “ república “ que nacería el 20 de mayo de 1902,
son su opuesto; la llegada al poder en el más estrecho vínculo a los Estados
Unidos de los “ nuevos líderes republicanos “, desvinculados del ideal unitario
practicado hasta la muerte por Martì,
los haría partidarios de las más estrechas relaciones de dependencia hacia el
vecino, despejando el camino a la penetración del capital norteamericano; desviados de las concepciones
martianas sobre la república, actuaron movidos por intereses, que se
contraponían al ideal independentista y
democrático, que estaban claramente definidos en el Manifiesto de
Montecristi, firmado entre Martì y
Máximo Gómez en 1895, reconocido como el programa de la gesta gloriosa de 1895,
que tan cuidadosamente había sido concebida y preparada por su principal líder. Estos gobernantes con el
justo juicio histórico que les merece, traicionaron el ideario y acción revolucionaria del Apóstol.
No sería Cuba libre e independiente, no abarcarían
estas intenciones a Las Antillas;
en la balanza, el equilibrio, quedaría absolutamente a favor de los Estados Unidos de norteamericana, la
intervención, ayudaría considerablemente a
consolidar los intereses de la naciente potencia en el área y en el
contexto americano en particular; quedaba un continente a merced de los grupos monopólicos formados en esa nación a finales del siglo
XIX, en desenfrenada carrera por los mercados. Por su parte, Inglaterra, ya
nada tenía que hacer frente a los Estados Unidos, su época histórica de
rectora en la política mundial, había
llegado a su final con la
Guerra Hispano cubana norteamericana, calificada por Lenin,
como la primera imperialista.
De hecho las
concepciones estratégicas de Martì sobre el proceso independentistas
cubano en el contexto internacional, quedarían aplazadas para futuras
generaciones; no serían precisamente los
hombres de inicios del siglo XX, los encargados de la formación del Estado Nacional Cubano; que ya se había
experimentado en la manigua durante la contienda de los Diez Años ( 1868-1878
), y luego en 1895. La república que
nació el 20 de mayo de 1902, no representaba los intereses de la nación cubana,
de ahí su ruptura con el proceso
independentista cubano anterior. La nueva época “ republicana “ de inicios del
siglo XX en Cuba, atada desde sus
inicios a los vecinos norteños por tratados, empréstitos y una pujante
penetración de capitales, sentaron las bases de una profunda deformación
económica, que se hizo sentir inmediatamente sobre la sociedad cubana, dando
lugar a una profunda deformación estructural y crisis permanente.
¿Estaban
preparados los seguidores más
cercanos a Martì para dar
continuidad a la obra proyectada?; mucho han reflexionado nuestros
historiadores sobre la prematura muerte en Dos Ríos y la evolución de los acontecimientos que se
desarrollaron. Son innumerables las cartas, disposiciones y hasta consejos en
que el maestro expresa, que la obra que ha de tener lugar debe llevarse a cabo con el más
absoluto rigor, organización, paciencia y silencio, insistiendo continuamente en este último aspecto,
consideraba la discreción como un arma necesaria y validad, como garantía del
trabajo de conspiración y acopio de
armamentos para la gesta independentista; conocido es que incluso se encargó de
alertar sobre ello en el periódico Patria en varias ocasiones, pudiera
expresarse que fue un baluarte en la organización de la seguridad mambisa, e
incluso, artífice del contraespionaje. En la ya universalmente conocida carta a
su amigo Manuel Mercado, que queda inconclusa por su muerte, expresa : “ ... en silencio ha tenido
que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrla, han de andar
ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiados
recias para alcanzar sobre ellas el fin “; Martì concibió decir cada cosa en su
momento, ante el temor de dar información al enemigo, que diera al traste con los preparativos insurreccionales, sus
ideas sólo eran conocidas en el momento preciso, partiendo de una rigurosa
compartimentación. En las condiciones
históricas de asedio constante, de trabajo clandestino, de penetración enemiga,
de agentes norteamericanos siguiendo sus
pasos, era imposible, que las ideas más
profundas del Apóstol sobre diversos temas políticos no fueran conocidos, a
pesar de tener una fluida correspondencia con los principales jefes vinculados
a los preparativos de guerra; confió parte de esas ideas a su principal amigo,
esbozadas de forma general, a él exponía sus principales preocupaciones,
agonías y dudas, como lo prueba su
correspondencia. Sus principales ideas políticas, las más recientes y acabadas,
las que definían los destinos futuros de su vida, estaban esbozadas en sus
líneas generales, pero no conocidas en su profundidad.
Sin lugar a dudas, los principales esfuerzos de
Martí, estuvieron encaminados a lograr la necesaria unidad de todos los
elementos que pudieran desembocarse en el torrente independentista, a esta
actividad consagró su inteligencia; en carta a Máximo Gómez del 6 de mayo de
1893 le expresaba que, “ La fuerza entera la he gastado en poner a nuestra
gente junta, en torcerle las intrigas al gobierno español, en salirme de la red
que con sus visitas y espionaje nos tiene en la casa propia, salvar la
revolución indudable de lo único que la amenaza: - de la traición de los que la sirvieron una vez, y hoy sirven
al gobierno español [2]- “. En su concepción
estratégica, la organización de la nueva guerra por la independencia, debía
surgir sin el lastre de la división, para esta fecha ya era un hecho
el Partido Revolucionario Cubano (10 de abril de 1892) -dando a conocer
en el Periódico Patria el 14 de marzo de 1892 sus Bases y Estatutos -; después
de una larga, mesurada y paciente labor política durante más de diez años en la
emigración. Este acontecimiento
trascendental para el futuro de la revolución,
la diferenciaba radicalmente de su antecesora, adoptando el proceso una
cualidad superior, exclusiva del ámbito americano. Concebir el partido, no solo
para la independencia de Cuba, sino para fomentar además la de Puerto Rico;
esbozaba los objetivos en la nueva
república, prevenía de los peligros internos y externos que podían amenazar el
proceso independentista cubano. Al firmar Máximo Gómez junto a Martì el
Manifiesto de Montecristi, el 25 de mayo de 1895, reconocía la existencia y
conducción del proceso gestado por el maestro, y con el, al Partido
Revolucionario Cubano como órgano conductor, se comprometía con sus bases y
estatutos. El 24 de febrero de 1895, cuando fue
reiniciada la contienda, un sólido instrumento conductor tenía la
revolución.
En las Bases y
Estatutos del Partido Revolucionario
Cubano, están claramente definidas las posiciones de actuación ante
posibles ingerencias extranjeras en el proceso revolucionario cubano que se
gestaba; se creaban las condiciones para la extensión del movimiento a Puerto
Rico, aún colonia española, apuntando claramente hacia unas Antillas libres e
independientes, republicanas y democráticas.
El Programa o
Manifiesto de Montecristi, dejaba claro que “La guerra de independencia de
Cuba, nudo de haz de islas donde se ha de cruzar, en el plazo de pocos años, el
comercio de los continentes, es suceso del gran alcance humano, y servicio
oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato
justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo [3]
“. Martì, inmediatamente firmado el
Manifiesto, dio instrucciones para su
rápida impresión y hacerlo llegar a todos los que estaban implicados en la batalla por la independencia, especial preferencia
dio a las núcleos organizados por el
Partido Revolucionario Cubano y su difusión al mundo para dar a conocer los
objetivos que llevaban a los cubanos a empuñar las armas nuevamente contra el
yugo colonial español.
De lo expuesto
se desprende una conclusión a todas luces fundamental:
En las Bases
Programáticas del Partido Revolucionario
Cubano y Manifiesto de Montecristi,
conocido además, como el Programa de la revolución; que resumen toda la obra creadora de José Martì en la
preparación de la guerra necesaria, están esbozadas las concepciones martianas
sobre el equilibrio del mundo y el papel que han de jugar las Antillas libres
para evitar la expansión norteamericana
en América. Al desaparecer en combate Martì, se perdería el espíritu político
de llevar a vías de hecho lo expresado
en los Estatutos del Partido
Revolucionario Cubano y el Programa de la Revolución; lo que inevitablemente favoreció a
los Estados Unidos de fin de siglo; se podría dar por ternimada la política de
“ espera paciente “, patrocinada por Tomás Jefferson en relación a Cuba, desde inicios del siglo
XIX , estaban, lo suficientemente
consolidados en el orden económico interior, como para poder rivalizar- aún con
el uso de la fuerza–, con cualquiera potencia europea.
En las nuevas
condiciones en que se organiza la
continuación de la gesta libertadora, sus cercanos colaboradores en la
preparación de la guerra no conocían la profundidad de las ideas políticas en Martì; el 23 de noviembre de 1893, desde
New York le expresaba a Máximo Gómez que, “ A pura astucia hemos ido salvando
del gobierno el conocimiento de los
compromisos reales [4] “, hasta qué punto el
viejo luchador no alcanzaba a ver la
dimensión del ideal político se aprecia en la misiva que le envía el 4
de enero de 1894, donde le expresaba, “
El único libre, mientras no tengamos patria
libres, Antillas amigas y libres, nuestra América libre, está
en nuestros campos de batalla. ¿ Formas dice Ud., y diferencias de formas¿ ¡ Ya
verá cuán pocas ¿ [5]. Existen particularidades
y condiciones objetivas que justifican
la actuación en silencio; tiene la peculiaridad el movimiento de ser organizado
desde el exterior,- fundamentalmente Estados Unidos-, y simultáneamente su
preparación en el interior de la isla, lo que complejizaba en grado máximo la labor.
Los principales líderes, diseminados por Centroamérica, demandaban una
sostenida correspondencia en la fase preparatoria de José Martì, con los
principales implicados, en el
esclarecimiento y comunicación de las principales orientaciones, siempre, bajo
la presión del espionaje español y los
agentes norteamericanos.
Las propias
implicaciones que a la luz de las leyes norteamericanas pudiera causar la
existencia del Partido Revolucionario Cubano como fuerza rectora, mantenían la
constante preocupación en José Martì de
controlar personalmente hasta el último detalle todo lo relacionado con el
movimiento insurreccional; conocedor de
la hostilidad del gobierno de los Estados Unidos hacia la causa
independentista; podía el movimiento ser
abortado, y no se concebía su realización sin la participación de la emigración
cubana radicada en esa nación.
En la carta de
solicitud que realiza la Delegación del Partido
Revolucionario Cubano el 13 de septiembre de 1892, escrita por José Martì,
sobre la incorporación de Máximo Gómez al proceso liberador,
expresaba,“Ud., que vive y cría a los suyos en la pasión de la libertad cubana,
ni puede, por su amor insensato de la destrucción y de la muerte, abandonar su
retiro respetado y el amor a su ejemplar familia, ni puede negar la luz de su consejo, y su
enérgico trabajo, a los cubanos que, con su misma alma de raíz, quieren
asegurar la independencia amenazada de las Antillas, y el equilibrio y porvenir
de la familia de nuestros pueblos en América [6]
“, la formulada solicitud deja claro al general que la causa cubana, va mucho
más allá de la independencia de Cuba y previene del expansionismo del norte.
Martì no puede concebir su plan sin la presencia de Gómez y Maceo, representan
ambos lo mejor de la pasada contienda, de cualidades excepcionales para la
conducción de las operaciones militares y alto prestigio en el pueblo de Cuba y
la emigración. En su Diario de Campaña,
Gómez no hace referencias, ni antes, ni después de la muerte de Martì al
Manifiesto de Montecristi, tampoco al Partido Revolucionario Cubano, en tanto
son baluartes sólidos de alto alcance político e ideológico; mucho menos a la
concepción martiana sobre el equilibrio del mundo y al verdadero significado
que tendría la independencia cubana en el contexto americano.
Pueden ambos jefes militares, llevar a vías de hecho
lo que no pudo ser alcanzado en la contienda
del 1868, se realizaría la invasión, se arrastraría a todo el país en la
contienda, bajo el influjo de los órganos de poder de la revolución; enturbiada
ésta por el renacimiento de fuertes contradicciones entre el mando militar
y el gobierno civil por un lado y
con la Delegación del Partido
Revolucionario Cubano por el otro; llegado el momento, la crisis, llevaría a la
deposición de Gómez por la
Asamblea y con esa medida, cabo su propia desaparición el
gobierno cubano; en el norte, Estrada
Palma, se encargaría de barrer la obra
en la que Martì cifró todas sus esperanzas, unilateralmente desintegró
el Partido Revolucionario Cubano, el 20 de diciembre de 1898.
Cuando el 24
de octubre de 1898, se reúne la
Asamblea en Santa Cruz, Bartolomé Masò, Presidente de la
República en Armas, expone su mensaje; con sublime
candidez expresa: “ Grande, inmensa es la gratitud que debemos los cubanos, al
gran pueblo de los Estados Unidos de América y a la acción de ese pueblo y su
gobierno nos inspira fe completa y confianza verdadera [7]
“; después de una guerra ganada en los campos de Cuba, a prueba de la sangre
derramada por el pueblo cubano, veía en
la intervención, una seguridad para alcanzar
una república independiente; viviría este patriota a este error;
expresión en esencia de una desviación del pensamiento de José Martì.
Perdidos los
órganos representativos del pueblo cubano, no podía ni pensarse en la invocación del pensamiento unitario de
Martì, en tanto, después de su muerte, no fue seguido por los principales
líderes, ante un hecho consumado como la
intervención norteamericana, la “confusión” creada en los principales
dirigentes, hacía imposible retomar, lo que sin dudas, hubiera esclarecido a
los patriotas sinceros que defendían la causa de la independencia a toda
prueba.
El texto
martiano que da inicio a este trabajo, escrito por el maestro a Federico
Henríquez y Carvajal, en carta de 25 de marzo
de 1898 en Montecristi, Santo Domingo, junto a la carta dirigida a su
amigo Manuel Mercado, inconclusa, reflejan
el pensamiento antiimperialista
de Martì del cual sus más estrechos colaboradores, no se penetraron. El
entorno en el cual se proyectaron las
ideas sobre el equilibrio del mundo, hacían imposible su aplicación, no estaban
dadas las condiciones subjetivas, ni objetivas para llevarlo adelante.
[1] La
Expansión Territorial de los
Estados Unidos. A expensas de España y los Países Latinoamericanos. Editora
Nacional de Cuba. La Habana,
1964. Pág. 11.
[2] José Martì, Obras Escogidas, Tomo
III, Pág. 220, Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2002.
[3] Manifiesto de Montecristi, José
Martì, Obras Escogidas, Tomo III, Pág. 517. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2002.
[4] Carta a Máximo Gómez. José Martì,
Obras Escogidas, Tomo III, Pág. 296.Editorial de ciencias Sociales. La Habana, 2002.
[5] Carta a Máximo Gómez. José Martì.
Obras Escogidas, Tomo III Pág. 313. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2002.
[6] Diario de Campaña del Mayor General
Máximo Gómez, Pág. 569.Impreso en los Talleres del Centro Superior Tecnológico
de Ceiba del Agua, Habana.
[7] Documentos para la Historia de Cuba.
Hortensia Pichardo. Tomo I, Pág. 535.