Si observamos la producción intelectual y
propagandística que en el mundo circula con respecto a Cuba, se pueden
encontrar materiales que han intentado virar nuestra historia al revés
28 de febrero de 2017 22:02:54
Estamos en uno de los momentos más trascendentes de
nuestra historia; estamos en un momento de extremadas dificultades y de
extremada complejidad.
Si observamos la producción intelectual y
propagandística que en el mundo circula con respecto a Cuba, se pueden
encontrar materiales que han intentado virar nuestra historia al revés; han
dicho y dicen cosas que realmente no son como las plantean. Pero la técnica
utilizada es extraordinariamente buena, y por tanto es convincente. Sin ningún
escrúpulo se puede convertir una gran mentira en una gran verdad.
Algunas personas llegan y preguntan, pero otros
afirman a partir de lo que vieron o escucharon y hay que explicarles:
«Mire, eso no fue así», «Ah, no, pero yo lo vi en un
documental». Ahora hay una serie sobre Cuba muy divulgada internacionalmente,
creo que con unos diez capítulos, donde se presenta la historia de Cuba al
revés. Hemos visto intentos de justificar que la Revolución no fue un acto de
voluntad popular, con hechos que han sido borrados y sobre los cuales se
afirman cosas que son la mitad de la verdad, porque no siempre cuando se ataca
en el campo del pensamiento, de la historia, se está operando con mentiras
absolutas. Están operando también con medias verdades o interpretaciones
incompletas de las mismas, y esto es todavía más perverso, porque el modo de
presentarlo tiende a dar una cierta credibilidad. Por tanto, la guerra que se
nos hace está ubicada ya en su primer frente y pretende ablandar el territorio
que se desea conquistar.
Hay una lucha en el plano generacional. Se está
jugando con la no memoria de una generación. Si ustedes observan, hay distintos
discursos a distintos tipos de públicos, algunos que no tienen ni siquiera una
elaboración intelectual; un discurso primitivo para un público primitivo, pero
también está el discurso académico, más complejo.
También están jugando con dos o tres factores que son
clave en este terreno; el primero, la memoria. Hay una generación que no vivió
una determinada etapa de la Revolución, que entra en activo a partir
precisamente del derrumbe del Muro de Berlín, del desmerengamiento de la Unión
Soviética. Para esos jóvenes, cuando se les habla de la Revolución, es como si
se tratara de una historia antigua que no la han vivido. Hay un vacío que no se
llena con facilidad; hay que trabajar en profundidad para llenar ese vacío en
cierta medida existencial.
Si a mí me preguntaran cuál es la etapa de la Historia
de Cuba más desconocida diría que es la de la Revolución. Tenemos una gran
concentración de libros sobre el siglo XIX y sobre sus grandes figuras y una
buena producción intelectual sobre la primera mitad del siglo XX. Pero si
pasamos a la segunda mitad del siglo XX, no es así. Y esto es clave para
entender todo lo que viene detrás, la propia Revolución, cómo se forma la
generación que hace la Revolución, en qué contexto surge la generación de
Fidel, de Raúl, de los hombres del Moncada.
Le decía a un grupo de estudiantes: «Miren, la primera
generación que tuvo en sus manos la producción intelectual cubana anterior al
siglo xx es la generación de Fidel». La obra de Félix Varela fue publicada por
primera vez, completa, en los años 40 del siglo pasado. Los hombres de los años
20 no conocían prácticamente el fondo del pensamiento de Varela.
El origen del pensamiento filosófico cubano —que es
más que eso, es el origen del pensamiento de liberación cubano— está en una
obra de José Agustín Caballero, de finales del siglo xviii, que fue traducida
del latín y hubo que rectificar el nombre para restituir el que originalmente
le dio Caballero. Él tituló ese libro Filosofía electiva, sin embargo le habían
cambiado el nombre por el de Filosofía ecléctica. ¿Pero qué importancia tenía
la Filosofía electiva? Después Luz y Caballero lo va a decir de una forma muy
directa: todas los sistemas y ningún sistema, he ahí el sistema; todos los
pensamientos y ninguno en particular, he ahí el pensamiento. Es decir, Cuba
tenía que pensarse a sí misma desde la cultura universal; lo otro es lo que
Martí dice: con «cultura de aldea» no se pueden librar batallas universales.
Se trata de crear un pensamiento propio que se base en esta acumulación cultural, de conocimiento universal, para que de ella se derive un pensamiento particular integrado al pensamiento universal.
Las Obras completas de Martí, las ediciones más
importantes se hacen en los años 40 y principios de los 50. En esos años 40 se
editan los principales libros y memorias de las guerras de independencia: las
Crónicas de la guerra de José Miró Argenter; se edita el libro de Fernando Figueredo,
el de Enrique Collazo. Por tanto, estos hombres que se forman en los 40 y 50
tienen también por primera vez, la literatura mambisa en las manos. Es
absolutamente trascendente, porque antes de esa época apenas si se conocía
tanto esta literatura de campaña como la literatura teórica cubana.
Hay otro elemento fundamental en ese periodo: lo que
significó la evolución del sistema constitucional cubano. Es interesante y hay
que estudiar las constituciones cubanas para darse cuenta de qué nivel de
desarrollo tenía el pensamiento revolucionario y cómo se codificó en las
constituciones, y cuáles son las diferencias con otras constituciones. La
Constitución de 1940 constituye la cima de ese proceso por lo que fue referente
para el movimiento revolucionario.
Por ejemplo, si algo está desde el origen en las
constituciones cubanas es la consolidación de la sociedad laica; el primer
proyecto de Constitución en Cuba, el de Joaquín de Infante, de 1811, ya crea la
sociedad laica, la separación de la Iglesia y el Estado, la enseñanza pública,
gratuita y laica, la libertad de conciencia. Esos son principios que no están
ni siquiera en la Constitución española. Esas constituciones establecen una
serie de libertades y derechos, pero es la Constitución de Guáimaro, nuestra primera
Constitución, la que une lo legal, lo ético, lo político y lo social, y esto se
refleja también en los símbolos nacionales.
¿Cuál es la simbología que contiene la bandera
cubana?, ¿por qué muchos países han tenido más de una bandera y nosotros no? Para
Fidel fue esencial esa bandera. Recuerdo el momento en que se sugirieron
ciertos cambios a la bandera, y él dijo que no, y cambios que podían ser bien
vistos.
La bandera nacional ha sido una desde el siglo XIX
hasta nuestros días, ¿por qué?, porque ella es un símbolo de unidad. Es una
bandera que no surge como resultado de una tradición religiosa, sino como
expresión del estado libre, laico, y de libertad de conciencia. De la bandera
no basta decir que la amamos porque es nuestra; porque es la mía, como dijo
Byrne. Hay que comprender qué simboliza; qué simboliza el triángulo equilátero,
que tiene sus tres lados y sus tres ángulos iguales. Ese triángulo equilátero
significa libertad, igualdad y fraternidad, simbología laica. ¿De dónde sale?,
de la Revolución Francesa; significa también los poderes del Estado: poder
judicial, poder legislativo y poder ejecutivo. ¿Por qué la estrella solitaria?,
porque la estrella es el único astro que brilla con luz propia, no es satélite
ni planeta de nadie, ella tiene la energía y la capacidad de sostenerse por sí
misma; y después los colores republicanos, el azul, blanco y rojo, tomados
primeros de la Revolución Holandesa, después de la Revolución Francesa, y por
último, ya en el siglo XIX, expresión del tricolor del republicanismo. Estas
cosas hay que explicarlas.
Como hay que explicar que el Himno Nacional es una
marcha de guerra como la Marsellesa, no es un canto a Dios como el himno
inglés, «Dios salve al Rey», este es un himno que ni menciona a Dios ni
menciona al rey. La libertad implica que usted escoge su dios o no lo escoge, y
al mismo tiempo es republicano. El Himno Nacional es como la Marsellesa, un
himno de combate.
YO QUIERO A UNA CUBA CUBANA
¿Por qué la Revolución Cubana ha sido una Revolución
con sus propias características y capaz de hacerse por los cubanos, sostenerse
por los cubanos, y aun cuando desapareció el campo socialista, mantenerse como
Revolución propia?
La tradición de pensamiento en todos los niveles tiene hoy una razón para ello; a diferencia de otros países, Cuba ha estado colocada en todos los límites posibles en lo que se refiere a su propia existencia, y repito las palabras de José Antonio Saco: «desearía que Cuba no solo fuese rica, ilustrada, moral y poderosa, sino que fuese Cuba cubana y no anglosajona». Es decir, cuando estamos hablando de Cuba no estamos hablando de un pedazo de tierra, de un territorio, estamos hablando de una cultura, de personas que tienen un modo de ser y hacer, y que tienen una unidad en esa cultura, por eso esta relación que establece Saco cuando dice: «Yo quiero una Cuba cubana», y lo está diciendo en 1838, en la discusión con los anexionistas. ¿Y hay alguna diferencia entre los anexionistas de tiempos de Saco y los de ahora? Quitemos las tecnologías, quitemos todo lo que significa la diferencia de época.
La polémica de Saco es con El Lugareño. ¿Qué le dice
El Lugareño a Saco? ¿Con quién estaba discutiendo?, hay que poner las dos
partes, si no, no se entiende realmente una posición. Y El Lugareño le decía a
Saco, voy a citar algo arbitrario, El Lugareño le decía: «Cuba anexada son
quinientos mil yanquis, diablos y demonios, pero diablos y demonios blancos,
con capital, que va agregando, no los quinientos mil malayos, africanos,
etcétera, que es lo que podemos esperar que España introduzca en Cuba». Cuando
El Lugareño le plantea esto, Saco con una humildad tremenda le dice una cosa
muy sencilla: «Lo lamento, pero a mí me queda un pequeño reparo, la pérdida de
nuestra nacionalidad». El pequeño reparo era bastante grande, ¿no?, la pérdida
de nuestra nacionalidad. Y dice en el 1838: «No inclinaré jamás mi frente ante
las rutilantes estrellas del pabellón americano, porque si he podido vivir
extranjero en el extranjero no podría vivir extranjero en mi propia patria».
Estamos hablando de una polémica de 1838, casi más de
siglo y medio. El Lugareño ya estaba hablando de capital. Hoy son otras cosas,
pero esa es la esencia del problema, podemos moverlo hacia acá, hacia allá,
podemos verlo en sus circunstancias, pero la esencia está ahí, y esa historia
contra el anexionismo no comenzó en Cuba hace medio siglo.
*Versión de la intervención del Dr. Eduardo Torres-Cuevas, director de la Biblioteca Nacional José Martí en el VII Pleno ampliado de la Unión de Periodistas de Cuba, bajo el título «Cuba y la ética de todos los tiempos».
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