Sorprendente
e inesperada ha sido la decisión de renuncia que Tsipras ha expuesto ante el
pueblo griego el 20 de agosto, acosado ante la división del partido por su
gestión en las negociaciones sobre la deuda por una parte y el propio pueblo
griego de seguir sujeto a la zona euro, no le han quedado alternativas posibles
de poder conducir las negociaciones a un final “decoroso”; algo realmente
imposible si se tiene en cuenta que desde el inicio de su gestión ya la crisis
estaba en marcha, con una economía colapsada por las manipulaciones del
eurogrupo (troika); ello determinó que la mano extendida por Rusia no fuera
aceptada, lo cual implicaba-de hacerlo-obtener el rechazo del pueblo griego,
que en esencia terminaría con la permanencia en la Unión Europea; no quedaron
otras alternativas que no fuera la de ceder ante la presión, sobre todo de
Alemania, que ha obtenido un botín a costa de la desgracia griega, donde la
fragmentación de la nación parece una de las posibles consecuencias más
funestas para el futuro.
Pierde
el partido Zirisa, que ahora tras la contienda se encuentra dividido, sin
posibilidades de poder formar algún gobierno, donde una parte de su bancada,
aunque no mayoritaria decidió la suerte por Tsipras; un gabinete provisional
que toma en la mano un polvorín a punto de explotar, con la misión de buscar
las alternativas a través de nuevas elecciones, donde seguramente la derecha se
verá beneficiada por la impronta
divisionista y la falta de liderazgo, así las cosas no ha quedado otra que
seguir tras el camino de la deuda continuada, la del círculo vicioso de no
poder pagar, pues la base económica no puede cumplir con las expectativas de
poder darle solución; “romántica” idea de una liebre en una selva donde el
rey es el león; por ello cuando Tsipra
expresa en su renuncia que “vamos a dar la batalla dura para construir nuestro
país”, trasmite un mensaje al pueblo un tanto consolador, una forma de dejar
bien parada su gestión, una idea superflua imposible de alcanzar dadas las
primera noticias después del cierre del acuerdo: las privatizaciones y la
puesta en venta de una gran cantidad de islas ya están en camino.
Por
otra parte señaló, “queremos cambios reales”; al no ser la mayor dependencia
hacia la zona euro, no veo la lógica del discurso; “hemos salvado al país”,
dice; si 17 aeropuertos son privatizados inmediatamente, ¿de cuál salvación
habla?; ha sido Alemania la beneficiada con tales privatizaciones; menos
comprensible resulta entonces que exprese que “hemos demostrado que podemos dar
la lucha para conseguir muchas cosas positivas para el pueblo griego”; no veo
otra intención que la de un discurso consolador que ni el mismo Tsipras se cree,
tal vez una forma de quedar.
Reconoce
que “no logramos todo lo que prometimos al pueblo griego pero hemos salvado al
país”; es lo más absurdo que se podía esperar; y una “esperanza” llena de
ingenuidad para el pueblo de esa nación “…ya ha llegado el dinero, ahora la
situación en Grecia va a mejorar”.
No
me cabe la menor duda que Tsipras torció el rumbo de su mandato, lo proclamado
en campaña no tuvo nada que ver con lo hecho, incumplió con lo condicionado con
su propio partido, de ahí en primer lugar su dimisión; ante todo dio
continuidad a la crisis que era lo fundamental a evitar tras los acoso de la
deuda, pactó con la Troika.
Cualquier
líder político de hoy está consciente que los crecientes intereses por deudas
originan más deudas, es un abc de la
economía, entonces en presencia de qué tipo líder estamos en el caso que nos
ocupa cuando ha soltado la “papa caliente” a otro para que le dé continuidad.
El problema que se plantea al pueblo griego no es el de la “trasmisión” de
mensajes a la Unión Europea, sino el de las soluciones reales, esa, que no se
ha podido alcanzar.
Tsipras
con su administración, llevó más lejos los problemas de la deuda griega, ahora
insolubles, ha conducido a la nación helena al descalabro, un discurso lleno de
“ingenuidad” para borrar una mala imagen
ante el pueblo.
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