Tiangong. China |
El
Medio Oriente ha venido a ser el punto convergente de dos estrategias que se
contraponen, una representada por los
Estados Unidos y por otra Rusia y China, que además arrastran tras si a la Organización para la Cooperación de
Shangai, países con los cuales occidente
tiene fuertes vínculos; pero donde se sin lugar a dudas ha perdido influencias,
sobre todo a raíz de la profunda crisis en que se han visto envueltas las
principales economías capitalistas de Europa y los Estados Unidos. Una nueva
visión en el sistema de relaciones que impulsan Rusia y China ha determinado que esos países poco a poco
abandonen el tradicional sistema desigual que impulsa Estados Unidos y Europa,
lo que provocaría a corto y largo plazo un fuerte enfrentamiento del bloque
euro asiático con Europa y los Estados Unidos.
La
fragilidad del mundo árabe, incapaz de
poder adoptar un plan común de
enfrentamiento a occidente después de
concluida la II Guerra
Mundial ha multiplicado las posibilidades ingerencistas en la región, rica en
recursos, que ahora se multiplican con nuevos hallazgos en el Mediterráneo
Oriental, Siria e Irán. Tal política de división practicada por las potencias imperialistas,
ha contado con aliados permanentes, como Israel, Arabia Saudita, Qatar y
Turquía entre otros.
Una
verdadera batalla por las fuentes de energía está planteada en la zona, donde
el problema sirio, no es solo un problema local o regional, sino global, pues
de hecho se enfrentan dos estrategias ante la solución del conflicto; que no es
otra cosa que el enfrentamiento entre
Estados Unidos-Rusia y China. No se puede pasar por alto que además esta
confrontación tiene su extensión a Irán
donde se plantea un mismo nivel de confrontación, pero con otras dimensiones.
Hasta
donde se está claro en lo que este conflicto representa, lo expresó el portavoz del Ministerio iraní de Relaciones
Exteriores, Ramin Mehmanparast, subrayó la inutilidad de cualquier maniobra
militar contra el gobierno de Damasco, la cual -vaticinó- "sumiría a Medio
Oriente en el caos". De hecho deja implícito la participación del conjunto
de países de la región en el conflicto; lo que irremediablemente provoca la
intervención de otras potencias, porque en esencia dos estrategias se juegan el
destino del siglo XXI.
Recientemente
el presidente Vladimir Putín aseguró que
Siria es la línea roja que Occidente no debe traspasar; en parecidos términos
se expresó Al Assad con relación a la seguridad y soberanía de Siria ante el
Parlamento; como claras advertencias que de continuarse las agresiones desde el
exterior que desencadenaran la guerra, tendrían las respuestas adecuadas, lo
que implica una internacionalización del conflicto a otra escala.
Desde
la zona países como Israel, Arabía Saudita y Qatar optan por el enfrentamiento,
tratando de empujar a los Estados Unidos y los países de Europa occidental
hacia el conflicto, pretenden por todos los medios de implicar al Ejército
norteamericano y a la OTAN. Los
riegos de estas políticas son altos para Estados Unidos, en un período de
campaña electoral; donde aún quedan problemas por resolver, en el propio
escenario, como pueden ser los casos de Irak, Afganistán y Pakistán; ello
conduce a que en términos de política, los Estados Unidos se avengan al tradicional
eslogan de dar continuidad al conflicto,
no comprometiendo a sus propias fuerzas en el mismo; lo cual le reportaría enormes dividendos,
viendo los toros desangrarse desde las gradas, para en el momento más
oportuno, o dado el desgaste de fuerzas,
poder intervenir.
De
acuerdo a la situación actual y al equilibrio de las fuerzas actuantes en el
Medio Oriente, se está ante el peligro de una guerra a escala regional con
posibles desenlaces de un conflicto internacional, en cuya primera fase se verían
envueltos los países de la zona; la
segunda vendría determinada por las
posiciones geo estratégicas (Siria e Irán), choque de las dos estrategias en
conflicto: entre los Estados Unidos y Rusia-China.
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