Written by Alan Woods
Monday, 14 March 2016.
Toda la historia humana consiste fundamentalmente
en la lucha de la humanidad por elevarse por encima del estado animal. Esta
larga lucha comenzó hace siete millones de años, cuando nuestros remotos
ancestros humanoides adoptaron primero la posición erguida, y posteriormente
fueron capaces de liberar sus manos para el trabajo manual. Desde entonces, las
sucesivas fases de desarrollo social han surgido sobre la base de los cambios
en el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo –es decir, de nuestro
poder sobre la naturaleza.
Etapas
del desarrollo histórico
La sociedad humana ha pasado a través de una
serie de etapas que son claramente discernibles. Cada etapa se basa en un modo
definido de producción, que a su vez se expresa en un sistema de relaciones de
clase. Estas se manifiestan asimismo en una perspectiva social, psicología,
moral, leyes y religión definidas.
La relación entre la base económica de la
sociedad y la superestructura (la ideología, la moral, las leyes, el arte, la
religión, la filosofía, etc.) no es simple y directa, sino muy compleja y hasta
contradictoria. Los hilos invisibles que conectan las fuerzas productivas y las
relaciones de clase se reflejan en las mentes de los hombres y mujeres de una
manera confusa y distorsionada. Y las ideas que tienen su origen en el pasado
primigenio pueden persistir en la psique colectiva durante mucho tiempo,
persistiendo obstinadamente mucho después de que la base real de la que
surgieron haya desaparecido. La religión es un claro ejemplo de esto. Se trata
de una interrelación dialéctica. Esto fue claramente explicado por el propio
Marx:
“Respecto a las esferas de la ideología que se elevan
por encima del aire, la religión, la filosofía, etc., todas tienen una
existencia prehistórica, pudiendo encontrarse vestigios de su existencia en
todo período histórico, y hoy los llamaríamos bobadas. Estas concepciones
equivocadas de la naturaleza, del ser humano, de los espíritus, fuerzas
mágicas, etc., continúan existiendo en gran parte debido a una base económica
negativa; pero este escaso desarrollo económico del período prehistórico, en
parte estaba condicionado e incluso provocado por concepciones de la naturaleza
equivocadas .Y a pesar de que se hace cada vez evidente el hecho de que
la necesidad económica era la principal fuerza impulsora del conocimiento
progresivo de la naturaleza, seguramente sería pedante tratar de encontrar las causas
económicas para todas estas tonterías primitivas.
"La historia de la ciencia es la historia
del gradual intento de superar estos disparates o su sustitución por algo nuevo
y menos absurdo. Las personas que se ocupan de esta tarea, pertenecen a su vez
a esferas especiales de la división del trabajo y parecen trabajar en un
terreno independiente. Y en la medida en que forman un grupo independiente
dentro de la división social del trabajo, en la medida que realizan sus
trabajos, incluyendo sus errores, reaccionan influidos por todo el desarrollo
de la sociedad, incluyendo el desarrollo económico. Aunque, al mismo tiempo,
están bajo la influencia dominante del desarrollo económico”. (Marx y Engels. Correspondencia
escogida. Pp. 482-3).
Y de nuevo:
"Pero la filosofía de cada época, puesto que
es una esfera definida en la división del trabajo, presupone la existencia de
determinado material intelectual heredado de sus predecesores, que es su punto
de partida. Es por ello que los países económicamente atrasados todavía pueden
tocar el primer violín en filosofía." (Ibid., P. 483).
La ideología, la tradición, la moral, la
religión, etc., juegan un papel importante en la formación de las creencias de
las personas. El marxismo no niega este hecho evidente. Contrariamente a lo que
los idealistas creen, la conciencia humana en general es muy conservadora. A la
mayoría de las personas no les gusta el cambio, especialmente cuando es
repentino y brusco. Se aferran a las cosas que conocen y se han acostumbrado:
las ideas, las religiones, las instituciones, la moral, los dirigentes y los
partidos del pasado. Rutina, hábitos y costumbres son como una enorme losa de
plomo sobre los hombros de la humanidad. Por todas estas razones la conciencia
va a la zaga de los acontecimientos.
Sin embargo, en ciertos períodos grandes
acontecimientos obligan a hombres y mujeres a cuestionarse sus viejas creencias
y suposiciones. Se sacuden la vieja indiferencia abúlica y apática y se ven
forzados a enfrentarse a la realidad. En tales períodos la conciencia puede
cambiar muy rápidamente. Eso es lo que es una revolución. Y la línea de
desarrollo social, que puede permanecer bastante constante e ininterrumpida
durante largos períodos, se ve interrumpida por revoluciones que son el motor
de la fuerza del necesario progreso humano.
La
sociedad humana temprana
Si nos fijamos en todo el proceso de la historia
y la prehistoria humanas, lo primero que nos llama la atención es la
extraordinaria lentitud con la que evoluciona nuestra especie. El proceso
gradual de diferenciación de las criaturas humanas o humanoides de su condición
animal y hacia una condición genuinamente humana tuvo lugar durante millones de
años. El primer salto decisivo fue la separación de los primeros humanoides de
sus antepasados simios.
El proceso evolutivo es, por supuesto, ciego –es
decir, que no implica un objetivo o meta específica. Sin embargo, nuestros
antepasados homínidos encontraron un nicho en un ambiente particular que los
impulsó hacia adelante; primero, al adquirir la posición erguida; a
continuación, mediante el uso de sus manos para manipular herramientas y,
finalmente, mediante la producción de éstas.
Hace diez millones de años los simios constituían
la especie dominante en el planeta. Existían en una gran variedad –habitantes
en los árboles, habitantes en la sabana, y en una multitud de formas
intermedias. Florecieron en las condiciones climatológicas imperantes que
crearon un ambiente tropical perfecto. Entonces, todo esto cambió. Hace unos
siete u ocho millones de años la mayor parte de estas especies se extinguieron.
La razón de esto no se conoce.
Durante mucho tiempo la investigación de los
orígenes humanos estuvo secuestrada por el prejuicio idealista que
obstinadamente sostenía que, puesto que la principal diferencia entre los
humanos y los simios es el cerebro, nuestros primeros ancestros deben haber
sido monos con un cerebro grande. La teoría del "gran cerebro" dominó
completamente los inicios de la antropología. Pasaron muchas décadas buscando
–sin éxito –el "eslabón perdido". Estando convencidos de que sería un
esqueleto fósil con un gran cráneo.
Tan convencidos estaban, que la comunidad
científica permaneció completamente engañada por uno de los fraudes más
extraordinarios de la historia científica. El 18 de diciembre de 1912
fragmentos de un cráneo y de una mandíbula fósil fueron identificados como el
"eslabón perdido –el “Hombre de Piltdown". Esto fue aclamado como un
gran descubrimiento. Pero en 1953 un equipo de científicos ingleses demostró
que el Hombre de Piltdown era un fraude deliberado. En lugar de tener casi un
millón de años de edad, descubrieron que los fragmentos de cráneo tenían 500
años de edad, y que la mandíbula en realidad pertenecía a un orangután.
¿Por qué se pudo engañar a la comunidad
científica tan fácilmente? Esto fue motivado por el hecho de que les
presentaron algo que esperaban encontrar: el cráneo de un humanoide temprano
con un cerebro grande. En realidad, fue la postura erguida (bipedismo), y no el
tamaño del cerebro, lo que liberó las manos para el trabajo, el punto de
inflexión decisivo en la evolución humana.
Friedrich EngelsEsto ya fue anticipado por Engels
en su brillante trabajo sobre los orígenes humanos, El papel del trabajo en
la transformación del mono en hombre. El célebre paleontólogo
estadounidense Stephen Jay Gould escribió que era una lástima que los científicos
no hubiesen prestado atención a lo que escribió Engels, ya que esto les habría
ahorrado un centenar de años de errores. El descubrimiento de Lucy, el
esqueleto fosilizado de una mujer joven que pertenecía a una nueva especie
llamada Australopithecus afarensis, demostró que Engels tenía razón. La
estructura corporal de los primeros homínidos era como la nuestra (la pelvis,
los huesos de las piernas, etc.) que demuestran por la tanto el bipedismo. Pero
el tamaño del cerebro no es mucho más grande que del chimpancé.
Nuestros antepasados eran de tamaño pequeño y de
movimiento lento en comparación con otros animales. No tenían garras ni dientes
poderosos. Además, el bebé humano, donde la madre sólo puede procrear una vez
al año, está completamente indefenso al nacer. Los delfines nacen nadando, el
ganado y los caballos pueden caminar a las pocas horas de haber nacido, y los
leones son capaces de correr al cabo de los 20 días siguientes al nacimiento.
Compárese esto con un bebé humano que requiere de
meses simplemente para poder sentarse sin apoyo. Habilidades más avanzadas,
como correr y saltar pueden tardar años en desarrollarse en un ser humano
recién nacido. Como especie, por lo tanto, estábamos en una desventaja
considerable en comparación con nuestros numerosos competidores en la sabana
del África Oriental. El trabajo manual, junto con la organización social
cooperativa y el lenguaje, con los que está interconectado, fue el elemento
decisivo en la evolución humana. La producción de herramientas de piedra dio a
nuestros primeros ancestros una ventaja evolutiva vital, lo que provocó el
desarrollo del cerebro.
El primer período, que Marx y Engels llamaron
salvajismo, se caracterizó por un muy bajo nivel en el desarrollo de los medios
de producción, la producción de herramientas de piedra, y un modo de
subsistencia de cazadores-recolectores. Debido a esto la línea del desarrollo
se mantiene prácticamente plana durante un período muy largo. El modo de
producción de cazador-recolector representaba originalmente la condición
universal de la humanidad. Esos restos supervivientes que, hasta hace muy poco,
se podían observar en ciertas partes del mundo, nos proporcionan pistas e
indicaciones importantes sobre una forma olvidada de vida.
No es cierto, por ejemplo, que los seres humanos
sean por naturaleza egoístas. Si este fuera el caso, nuestra especie se hubiese
extinguido hace más de dos millones de años. Fue un poderoso sentido de
cooperación lo que mantuvo a estos grupos unidos frente a la adversidad.
Cuidaban a los pequeños bebés y a sus madres, así como respetaban a los viejos
miembros del clan que conservaban en su memoria los conocimientos y creencias
colectivas. Nuestros primeros antepasados no sabían lo que era la propiedad
privada, como señala Anthony Burnett:
"El contraste entre el hombre y otras
especies es igualmente claro si comparamos el comportamiento territorial de los
animales con la manera de dominar un territorio por parte de los humanos. Los
territorios son controlados por señales formales, comunes a toda una especie.
Cada adulto o grupo de cada especie domina un territorio. El hombre no muestra
tal uniformidad: incluso dentro de una misma comunidad, vastas áreas pueden ser
propiedad de una persona, mientras que otras personas no tienen ninguna. Existen,
incluso en la actualidad, personas en propiedad. En algunos países la propiedad
privada se limita a los bienes personales. En unos pocos grupos tribales
incluso posesiones menores se mantienen en común. El hombre no posee, de hecho,
un ‘instinto de propietario' mayor que el de un ‘instinto para robar'. Por
supuesto, es fácil criar hijos para que sean codiciosos; sin embargo, la forma
de la codicia, y el grado en el que es sancionado por la sociedad, varía mucho
de un país a otro, y de un período histórico a otro. "(Anthony Burnett, La
especie humana, p. 142.)
Tal vez la palabra "salvajismo" no es
la más apropiada en la actualidad debido a las connotaciones negativas que ha
adquirido. El filósofo Inglés del siglo XVII Thomas Hobbes describió
célebremente la vida de nuestros antepasados primitivos como una existencia de
"miedo continuo y de peligro de muerte violenta, y la vida del hombre como
solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta". Sin duda, su vida era
dura, pero estas palabras apenas hacen justicia a la forma de vida de nuestros
antepasados. El antropólogo y arqueólogo keniano Richard Leakey escribe:
"El punto de vista de Hobbes de que la gente
no-agrícola ‘no tenía sociedad’ y era solitaria difícilmente podría estar más
equivocado. Ser un cazador-recolector suponía tener una vida intensamente
social. En cuanto a ‘no tener artes’ ‘ni escrituras', es cierto que los
recolectores poseen muy poco en la forma de la cultura material, pero esto no
es más que una consecuencia de la necesidad de movilidad. Cuando los
!Kung se mueven de un campamento a otro que, igual que otros
cazadores-recolectores, se llevan todos sus bienes materiales consigo: esto
generalmente asciende a un total de 12 kilogramos de peso (26 libras), poco más
que la mitad de la franquicia normal de equipaje en la mayoría de las compañías
aéreas. Este es un conflicto inevitable entre la movilidad y la cultura
material, por lo que los !Kung llevan su cultura en sus cabezas, no en la
espalda. Sus canciones, bailes e historias forman una cultura tan rica como la
de cualquier pueblo" (Richard Leakey, The Making of Mankind,
págs. 101 a 103).
Y continúa: "Richard Lee [antropólogo y
autor de El !Kung San: Hombres, Mujeres, y el Trabajo en una sociedad de
recolectores. 1979] considera que las mujeres no se sienten explotadas: 'tienen
prestigio económico y el poder político, una situación negada a muchas mujeres
en el 'mundo civilizado’." (Ibíd. Pág. 103)
El pueblo !KungEn estas sociedades, las clases en
el sentido moderno eran desconocidas. No había estado ni religión
organizada, y había un profundo sentido de responsabilidad comunitaria y de
igualdad en el reparto. El egoísmo y la codicia eran considerados como
profundamente antisociales y moralmente ofensivos. El énfasis en la igualdad
exige que se respeten ciertos rituales cuando un cazador exitoso regresa al
campamento. El objeto de estos rituales es restarse importancia con el fin de
desalentar la arrogancia y la vanidad: "La actitud correcta para el
cazador con éxito", explica Richard Lee, "es la modestia y la
subestimación".
De nuevo:
"Los !Kung no tienen jefes ni líderes.
Los problemas en su sociedad son en su mayoría resueltos mucho antes de madurar
y convertirse en cualquier cosa que amenace la armonía social.(...) Las
conversaciones de la gente son de propiedad común, y las disputas se
desactivaban fácilmente a través de bromas comunales. Nadie da órdenes o las
recibe. Richard Lee preguntó una vez a /Twi!gum si los !Kung tenían jefes. 'Por
supuesto que tenemos jefes, él respondió, para sorpresa de Richard Lee. De
hecho, todos somos cabecillas; ¡cada uno de nosotros es jefe de sí mismo!
/Twi!gum pensaba que la pregunta y su respuesta ingeniosa eran una gran
broma". (ibid. p.107)
El principio básico que guía todos los aspectos
de la vida es el compartir. Entre los !Kung cuando se mata un animal, se
realiza un elaborado proceso de reparto de la carne cruda teniendo en cuenta
las líneas de parentesco, alianzas y obligaciones. Richard Lee enfatiza con
contundencia este punto:
"El compartir penetra profundamente el
comportamiento y los valores de los recolectores !Kung, en la familia y entre
las familias, y se extiende a los límites del universo social. Así como el
principio de la ganancia y la racionalidad es central en la ética capitalista, el
compartir es el centro de la conducta de la vida social en las sociedades
recolectoras". (Ibídem.)
La jactancia estaba mal vista y se promovía la
modestia, como el siguiente extracto muestra:
"Un hombre !Kung lo describe de este
modo: ‘Supón que un hombre ha estado cazando. Él no tiene que volver a casa y
anunciar como un fanfarrón: ‘¡He matado una gran pieza en la sabana!’ Primero
debe sentarse en silencio hasta que alguien se acerque a su fuego y le
pregunte: '¿Qué has visto hoy?' Él responde en voz baja, 'Ah, yo no soy bueno
para la caza. No vi nada en absoluto… Tal vez sólo uno pequeño’.'Entonces me
sonrío, porque ahora sé que ha matado algo grande. Cuanto más
grande es la matanza, más se resta importancia (...)’. La broma y sutileza
se siguen estrictamente, una vez más no sólo por el por los !Kung sino por
muchos cazadores-recolectores, y el resultado es que, aunque algunos
hombres son, sin duda, cazadores más competentes que otros, nadie
consigue un prestigio inusual o estatus a causa de sus talentos".(Leakey,
pp. 106-7).
Esta ética no se limita solo a los !Kung; es una
característica de los cazadores-recolectores en general. Tal comportamiento,
sin embargo, no es automático; como la mayor parte de la conducta humana, tiene
que ser enseñada desde la infancia. Cada bebé humano nace con la capacidad de
compartir y la capacidad de ser egoísta, dice Richard Lee. "Lo que es
alimentado y desarrollado es la que cada sociedad considera más valioso”. En
ese sentido los valores éticos de estas sociedades primitivas son muy
superiores a los del capitalismo, que enseñan a la gente a ser codiciosa,
egoísta y antisocial.
Por supuesto, es imposible decir con certeza que
esto es una imagen exacta de la sociedad humana temprana. Pero
condiciones similares tienden a producir resultados similares, y las mismas
tendencias se observan en muchas culturas diferentes en el mismo nivel de
desarrollo económico. Como Richard Lee dice:
"No debemos imaginar que esta es la manera
exacta en la que vivían nuestros antepasados. Pero creo que lo que vemos en los
!Kung y otros recolectores-cazadores son patrones de comportamiento que fueron
cruciales para el desarrollo humano temprano .De los varios tipos de homínidos
que vivían hace dos o tres millones de años, uno de ellos – los de la línea que
condujo finalmente a nosotros - amplió su base económica al compartir los
alimentos y que incluían más carne en su dieta. El desarrollo de una
economía de caza y recolección era una fuerza potente que nos convirtió
en humanos". (Citado en Leakey, pp. 108-9).
Al comparar los valores de las sociedades de
cazadores-recolectores con los de nuestros días, no siempre aparecemos mejor
que ellos. Por ejemplo, si se compara la familia contemporánea, con su
historial espantoso de esposas maltratadas y abuso infantil, huérfanos y
prostitutas, con la crianza comunal practicada por la humanidad durante la
mayor parte de su historia; es decir, antes del advenimiento de ese extraño
arreglo social que los hombres son aficionados a llamar civilización:
"'Vosotros gente blanca", dijo un indio
americano a un misionero: "Amáis a vuestros propios hijos solamente.
Nosotros nos encantan los niños del clan. Pertenecen a todo el pueblo,
que los cuida. Son hueso de nuestros huesos y carne de nuestra carne. Todos
somos padre y madre para ellos. Los blancos son salvajes; ellos no aman a sus
hijos. Si los niños son huérfanos, hay que pagar a personas para que cuiden de
ellos. No sabemos nada de esas ideas bárbaras'." (MF Ashley Montagu, ed, Matrimonio:.
Pasado y presente: un debate entre Robert y Bronislaw Malinowski Briffault,
Boston. Porter Sargent Editorial, 1956, p 48.)
Sin embargo, no debemos tener una visión
idealizada del pasado. La vida de nuestros primeros antepasados era una
dura lucha, una batalla constante contra las fuerzas de la naturaleza, por la
supervivencia. El ritmo del progreso era extremadamente lento. Los primeros
humanos comenzaron a fabricar herramientas de piedra hace al menos 2,6
millones de años. Las herramientas de piedra más antiguas, conocidas como las
Oldowan continuaron por aproximadamente un millón de años hasta hace unos 1,76
millones de años, cuando los primeros seres humanos comenzaron a golpear
laminas realmente grandes y luego continuaron para darles forma golpeando
laminas más pequeñas alrededor de los bordes, dando lugar a un nuevo tipo de
herramienta: el hacha de mano. Estos y otros tipos de grandes herramientas de
corte caracterizan la cultura achelense. Estas herramientas básicas, incluyendo
una variedad de nuevas formas de núcleo de piedra, se siguieron utilizando
durante un inmenso período de tiempo - que termina en diferentes lugares hace
entre unos 400.000 y 250.000 años.
La revolución neolítica
Toda la historia humana consiste precisamente en
la lucha de la humanidad por elevarse por encima del estado animal. Esta larga
lucha comenzó hace siete millones de años, cuando nuestros remotos ancestros
humanoides adoptaron primero la posición erguida y pudieron liberar sus manos
para el trabajo manual. La producción de los primeros raspadores de piedra y
hachas de mano fue el inicio de un proceso a través del cual los hombres y las
mujeres se hicieron humanos a través del trabajo. Desde entonces, las sucesivas
fases de desarrollo social han surgido sobre la base de los cambios en el desarrollo
de la fuerza productiva del trabajo –es decir, de nuestro poder sobre la
naturaleza.
Durante la mayor parte de la historia humana,
este proceso ha sido muy lento, como comentó The Economist en vísperas
del nuevo milenio:
"Durante casi toda la historia humana, el
progreso económico ha sido tan lento como para ser imperceptible en el lapso de
una vida. Siglo tras siglo, la tasa anual de crecimiento económico era, unos
decimales, cero. Cuando el crecimiento era tan lento como para ser invisible a los
contemporáneos –e incluso en retrospectiva, ni siquiera aparece como un aumento
en los niveles de vida (que es lo que significa un crecimiento en la
actualidad), simplemente lo hace con una pequeña elevación en la población.
Durante milenios, el progreso, para la inmensa mayoría, a excepción de una
pequeña élite, era hacer posible lentamente que más personas pudiesen vivir en
el nivel más humilde de subsistencia". (The Economist, 31 de Diciembre,
1999)
El progreso humano comienza a acelerarse como
resultado de la primera y más importante de estas grandes revoluciones que fue
la transición del primitivo modo de cazadores-recolectores de producción a la
agricultura. Esto sentó las bases para una vida sedentaria y el surgimiento de
las primeras ciudades. Este fue el período al que los marxistas se refieren
como la barbarie, es decir, la etapa entre el comunismo primitivo y las
primeras sociedades de clases, cuando las clases comienzan a formarse y con
ellas el Estado.
El prolongado período de comunismo primitivo, la
fase de desarrollo más temprana de la humanidad, donde no existían clases, ni
la propiedad privada ni el estado, dio paso a la sociedad de clases, tan pronto
como la gente fue capaz de producir un excedente por encima de las necesidades
de la supervivencia cotidiana. En este punto, la división de la sociedad en
clases se convirtió viable económicamente. La barbarie surge de la
desintegración de la antigua comuna. Aquí, por primera vez, la sociedad está
dividida por las relaciones de propiedad, y las clases y el Estado se
encuentran en el proceso de formación, aunque éstos solo emergen gradualmente,
pasando de un estado embrionario y, finalmente, a su consolidación en la
sociedad de clases. Este período comienza hace unos 10.000 o 12.000 años.
En las grandes etapas de la historia, la
aparición de la sociedad de clases supuso un fenómeno revolucionario, ya que
liberó a un sector privilegiado de la población –una clase dirigente– del
pesado y duro trabajo manual, lo que le permitió el tiempo necesario para
desarrollar el arte, la ciencia y la cultura. La sociedad de clases, a pesar de
su despiadada explotación y desigualdad, era el camino que la humanidad
necesitaba transitar para construir las condiciones materiales necesarias de
una sociedad sin clases en el futuro.
Aquí está el embrión que engendró los pueblos y
ciudades (como Jericó, que data de alrededor del 7.000 antes de nuestra era,
a.n.e.), la escritura, la industria y todo lo demás, que sentaron las bases
para lo que llamamos civilización. El período de la barbarie representa una
gran parte de la historia humana, y se divide en varios períodos más o menos
distintos. En general, se caracteriza por la transición del modo de
cazador-recolector de la producción al pastoreo y la agricultura; es decir, del
salvajismo paleolítico, pasando por la barbarie neolítica, a un estado superior
de barbarie en la Edad de Bronce, que se sitúa en el umbral de la civilización.
Vere Gordon ChildeEste punto de inflexión
decisivo, lo que Gordon Childe denominó la revolución neolítica, representa un
gran salto adelante en el desarrollo de la capacidad productiva humana, y por
lo tanto de la cultura. Esto es lo que Childe tiene que decir: "Nuestra
deuda con la barbarie de la etapa de la pre-escritura es enorme. Todas las plantas
cultivable de alguna importancia fueron descubiertas por alguna sociedad
bárbara sin nombre". (G. Childe, Qué ocurrió en la historia, p.
64)
La agricultura comenzó en Oriente Medio hace unos
10.000 años, y representa una revolución en la sociedad y la cultura humanas.
Las nuevas condiciones de producción dieron a los hombres y mujeres más tiempo
–tiempo para la reflexión analítica compleja. Esto se refleja en el nuevo arte
que consiste en patrones geométricos –el primer ejemplo de arte abstracto en la
historia. Las nuevas condiciones producen una nueva visión de la vida, de las
relaciones sociales y de las relaciones que unen a los hombres y mujeres con el
mundo natural y el universo, cuyos secretos se investigaron de manera
previamente impensables. La comprensión de la naturaleza se hace necesaria por
las exigencias de la agricultura, y avanza lentamente en la medida en que los
hombres y las mujeres aprenden realmente a conquistar y dominar a las fuerzas
hostiles de la naturaleza en la práctica –a través del trabajo colectivo a gran
escala.
La revolución cultural y religiosa refleja la
gran revolución social –la mayor en toda la historia humana hasta ahora– que
llevó a la disolución de la comuna primitiva y al establecimiento de la
propiedad privada de los medios de producción. Y los medios de producción son
los medios de la vida misma.
En la agricultura, la introducción de
herramientas de hierro marca un gran avance. Permite un crecimiento más elevado
y fuerte de la población y de las comunidades. Por encima de todo, se crea un
excedente grande que puede ser apropiado por las familias dirigentes de la
comunidad. En particular, la introducción del hierro marcó un cambio
cualitativo en el proceso de producción, ya que el hierro es mucho más eficaz
que el cobre o el bronce, tanto para la fabricación de herramientas como de
armas. Se encontraba mucho más disponible que los antiguos metales. Aquí, por
primera vez, las armas y la guerra se democratizan. El arma más importante de
la época fue la espada de hierro, que aparece en Inglaterra alrededor del 5000
a.n.e. Todo hombre puede tener una espada de hierro. Por lo tanto, la guerra
pierde su carácter fundamentalmente aristocrático y se convierte en un asunto
de masas.
El empleo de hachas y hoces de hierro transformó
la agricultura. Esta transformación se demuestra por el hecho de que un acre de
tierra, cultivada ahora, puede mantener el doble de personas que antes. Sin
embargo, todavía no existe el dinero, y sigue siendo una economía de trueque.
El excedente producido no se reinvierte, ya que no había forma de hacerlo.
Parte del excedente era apropiado por el jefe y su familia. Parte de éste se
dilapidaba en banquetes, que ocupó un papel central en esta sociedad.
En un solo banquete podían ser alimentadas hasta
200-300 personas. En los restos de un da estas fiesta se
descubrieron los huesos de 12 vacas y un gran número de ovejas, cerdos y
perros. Estas reuniones no sólo eran la ocasión para excesos de comida y
bebida –jugaban un importante papel social y religioso. En tales ceremonias la
gente daba gracias a los dioses por el excedente de alimentos. Se permitía la
mezcla de los clanes y la resolución de los asuntos comunales. Estas fiestas
fastuosas también proporcionaban a los jefes los medios a través de los cuales
mostrar su riqueza y poder, y por lo tanto aumentaban el prestigio de la tribu
o del clan en cuestión.
De esos lugares de reunión gradualmente surgieron
las bases de los asentamientos permanentes, los mercados y las ciudades
pequeñas. La importancia de la propiedad y de la riqueza privada aumenta junto
con el aumento de la productividad del trabajo y el superávit creciente que se
presenta como un blanco tentador para los saqueos. Ya que la Edad de Hierro fue
un período de guerras continuas, peleas y asaltos, los asentamientos a menudo
se fortificaban con grandes construcciones tales como el castillo de Maiden en
Dorset y el castillo de Danebury en Hampshire.
El resultado de la guerra era un gran número de
prisioneros de guerra, muchos de los cuales eran vendidos como esclavos, y
éstos –en el último período– eran tratados como mercancía por los romanos. El
geógrafo Estrabón comenta que "Estos tratantes te darán un esclavo por una
ánfora de vino". Así el intercambio comenzó en la periferia de estas
sociedades. A través del intercambio con una cultura más avanzada (Roma), el
dinero se introdujo poco a poco, las primeras monedas se basaban en modelos
romanos.
El dominio de la propiedad privada significa por
primera vez la concentración de la riqueza y del poder en manos de una minoría.
Se produce un cambio dramático en las relaciones entre hombres y mujeres y su
descendencia. La cuestión de la herencia ahora comienza a asumir una
importancia fundamental. Como resultado, vemos el surgimiento de tumbas espectaculares.
En Gran Bretaña, estas tumbas comienzan a aparecer alrededor del 3.000 a.n.e.
Éstas suponen una declaración de poder de la clase o casta dominante. También
proporcionan una afirmación de los derechos de propiedad sobre un territorio
definido. Lo mismo se puede ver en otras culturas tempranas, por ejemplo, los
indios de las llanuras de América del Norte, de las que existen datos
detallados en el siglo XVIII.
Aquí tenemos el primer gran ejemplo de
alienación. La esencia humana es alienada en un sentido doble o triple. En
primer lugar, la propiedad privada significa la enajenación del producto del
trabajo, que es apropiado por otro. En segundo lugar, el control sobre su vida
y su destino es apropiado por el Estado en la persona del rey o faraón. Por último,
pero no menos importante, esta alienación se traslada de esta vida a la
siguiente –el ser interior ("alma") de todos los hombres y mujeres es
apropiado por las deidades del otro mundo, cuya buena voluntad solo se puede
conseguir a través de continuas oraciones y sacrificios. Y así como los
servicios al monarca forman la base de la riqueza de la clase alta de
mandarines y nobles, asimismo los sacrificios a los dioses forman la base de la
riqueza y del poder de la casta de los sacerdotes, que se interpone entre el
pueblo y los dioses y diosas. Aquí tenemos la génesis de la religión
organizada.
Con el crecimiento de la producción y las
ganancias en la productividad, posibles gracias a las nuevos ahorros de
trabajo, se produjeron nuevos cambios en las creencias y costumbres religiosas.
Aquí también, el ser social determina la conciencia. En lugar del culto a los
antepasados y a las tumbas de piedra de los individuos y sus familias, ahora
vemos una expresión mucho más ambiciosa de la creencia. La construcción de
círculos de piedra de proporciones asombrosas demuestra un impresionante
crecimiento de la población y de la producción, hechos posibles por el uso
organizado a gran escala de la mano de obra colectiva. Las raíces de la
civilización, por tanto, se encuentran precisamente en la barbarie, y más aún,
en la esclavitud. El desarrollo de la barbarie termina en la esclavitud, o en
lo que Marx denominó el "modo de producción asiático”.
In Defence of Marxism