Opinión
Concluida la II Guerra Mundial, aparece en el escenario
global lo que con posterioridad se le conocería como sistema socialista
mundial, en Europa oriental, una serie de países dan la vuelta hacia la Unión
Soviética tras el paso liberador del Ejército Rojo, llegando este hasta el
mismo escenario del poder nazi, así
hasta la Alemania de Hitler queda fraccionada, con el reconocimiento de la
hegemonía del socialismo sobre la parte
oriental, y Berlín dividido en dos partes tras las enconadas confrontaciones
entre los “aliados”. Surgida la Organización de las Naciones Unidas, bajo las
ruinas de una guerra desbastadora en el año 1945, reconoció bajo su nueva forma
el estatus que legaron los acuerdos de las potencias “aliadas” triunfadoras.
Dos consecuencias de la bipolaridad (capitalismo-socialismo), fue la inmediata
aparición de dos grandes bloques militares: La Organización del Tratado
Atlántico Norte y el Pacto de Varsovia; presunción de la continuidad de la
guerra, ahora bajo nuevas formas, sin llegar al conflicto, pero al límite de su
desencadenamiento, período conocido como guerra fría, que había tenido un
antecedente aterrador de inicio, el lanzamiento de las bombas atómicas sobre
Hirochima y Nagasaki; la era caliente de las relaciones internacionales había
tenido lugar bajo el influjo del mayor “adelanto” científico jamás conocido, la
utilización del átomo con fines militares, dando la medida del poder destructor
de este. Se abre entonces una nueva era
en las relaciones internacionales que marcará todo un período de tiempo al
borde de la guerra, una confrontación permanente entre los dos principales
contendientes que acaparan el liderazgo nuclear: Los Estados Unidos y la Unión Soviética.
La confrontación no es solo militar, esta abarca a todas
las esferas de la vida de la sociedad, política y economía incluida; por
supuesto estas formas incluyen un abanico de políticas, medidas, programas
,etc, en definitiva acciones cuyo objetivo más general se puede definir como
tendientes a la eliminación del campo socialista recién surgido. En ese escenario, ocupan un lugar importante las
sanciones de todo tipo que occidente implementó a lo largo del tiempo contra la
Unión Soviética y el campo socialista, doctrina que tiene también sus
derivaciones hacia América Latina.
La Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN) fue la teoría
sustentadora de la geopolítica norteamericana bajo las nuevas condiciones,
ofreció por tanto un programa para el predominio mundial de la principal
potencia en el mundo, los Estados Unidos. Surgida a expensas del Acta de
Seguridad Nacional en 1947; por medio de ella surgió el Consejo de Seguridad
Nacional ( NSD) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA), dos aparatos
estatales fundamentales en la posterior ejecución de la doctrina, que junto al ejército formarían los cimentos esenciales de
la hegemonía a escala interna y global. Su reformulación e impulso tendría
lugar bajo las causas y consecuencias que provocaron la Crisis de Octubre o del
Caribe en 1962.
Varios estudiosos del tema consideran que la Doctrina de
Seguridad Nacional, baja sus niveles
ante la política de distención internacional formulada por el campo socialista
a mediados de la década del setenta del siglo pasado, donde descienden los
niveles de confrontación ante la “imposibilidad” de una guerra por el
desarrollo tecnológico alcanzado en el campo militar, donde supuestamente no
existirían vencedores ni vencidos, ello significaba la eliminación de ambos
contendiente a partir de que toda respuesta implicaría la destrucción del
agresor.
Es este el panorama que tiene lugar con altos o bajos
niveles de confrontación entre la Unión Soviética y los Estados Unidos hasta el
preciso momento en que se produce la caída del principal baluarte del
socialismo en el mundo, proceso que tiene como definición el año 1989, en
resumen la guerra fría vendría a poner fin al llamado “socialismo real”. Más la
pregunta en cuestión es ¿por qué la
confrontación Rusia-Occidente no declina una vez desaparecida la Unión
Soviética y el campo socialista?
Entonces George H. W. Bush creyó que“In a widely and
highly influential(later a book), the of history, Fukyuama postulated that the
collapse of communism meant that liberal democracy ha triumphed”[i], bajo
su mandato se lanza en 1991 la nueva
estrategia militar de los Estados Unidos, diseñada por los grupos neo
conservadores, el nuevo documento-Defense Planning Guidance, tenía como objetivo prevenir el
resurgimiento de la Unión Soviética u otro rival; dando a esa nación el papel
hegemónico fundamental a nivel global en la solución de cualquier tipo de
conflicto o intervención de acuerdo a sus intereses. La actuación anticipada
ante amenazas caracterizaría la nueva política de la Casa Blanca.
Boris Yeltsin |
Cuando la euforia por la glasnost y la perestroika habían
sepultado a su máximo exponente, y Boris Yeltsin redondeaba la ruina total del
socialismo decapitando totalmente a Gorbachov del escenario político, la algarabía de ultra derecha daba rienda suelta
a sueños inalcanzables; los políticos “de alto vuelo” veía la era dorada del
dominio a nivel global; para ese entonces-década del 90-China avanzaba
imperceptiblemente a través del camino de las reformas, preparando el salto que
tendría lugar con la irrupción del siglo XXI. Lo no calculado, ni previsto fue
el rápido reacomodo de la economía rusa a las nuevas condiciones, ni la
capacidad de respuesta, lección no aprendida por la política norteamericana si
se tienen en cuenta los acontecimientos de la II Guerra Mundial.
¿Estaba condicionada Rusia a ocupar un papel de segunda
en el nuevo escenario?; si entonces esta idea estuvo presente, sus portadores
hacia el año 2000 estaban fuera del juego, la ascensión de Vladimir Putin, fue
y es la mayor contrariedad para la política de globalización planeada; de hecho
más de 65 años de historia no pueden ser borrados en tan solo diez; en términos
de política, aunque algunos actores ya no ocupaban el escenario, la inmensa
mayoría que apostaba por el cambio, no concebía el soborno ante los Estados
Unidos; esta misma concepción coincidía con la inmensa mayoría del pueblo ruso;
aunque débil, las potencialidades podrían cambiar el rumbo por otros
derroteros, nunca bajo la tutela de occidente, esa lección del socialismo
traspasó los límites entonces calculados por los tanques pensantes del neo
liberalismo y el hegemonismo.
¿Estamos entonces bajo un nuevo panorama en las
relaciones internacionales?
El escenario es diferente, pero los objetivos para ser
cumplidos necesitan ser reacomodados a las
nuevas reglas del juego político ante los principales contendientes
(Rusia-China), donde una alianza estratégica ha tomado cuerpo, arrastrando a
naciones emergente con un alto peso en la economía mundial
(India-Brasil-Sudáfrica), que cada vez sincronizan con mayor fuerza la
necesidad de cambiar el actual status en las relaciones internacionales,
propiciando un modelo de integración diferente ante el predomino de occidente.
El 11-S y la supuesta “lucha contra el terrorismo”, es una manifestación de los
cambios por el hegemonismo mundial de los Estados Unidos, Bush(hijo), no hizo
otra cosa que dar continuidad a la estrategia elaborada por el padre.
No caben dudas sobre cierta continuidad de la política exterior
soviética en la nueva Rusia, aspecto que requiere de un análisis detallado para
determinar las causas de ese camino, de
ahí que los Estados Unidos sigan considerando al “oso ruso” como el principal
enemigo. Lo que no comprendió Bush(padre) en 1991 es que la historia no había
llegado al final, continuidad o discontinuidad están presente en el complicado
camino dialéctico, la espiral del desarrollo es “inexplicable” cuando los
fenómenos no son comprendidos, perceptible para los que abrazan la dialéctica
como método.
Notas y referencias
[i]
Fraser
Cameron, US foreign Policy After cold War: global hegemony of Reluctant
Sheriff, (New York: Rouledge, 2002) 14-15.
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