“Es preciso repetirlo, es muy frecuente que en nombre
de valores superiores se justifiquen, por desgracia, todas las masacres y que
se rehúse ver la verdad de frente, sea en nombre de la igualdad, de la
libertad, del amor o de la vida”
Jean Zin
Desde la Sala Oval
se había proyectado antes del trágico desenlace del 11 de septiembre del 2000
una escalada geo política a nivel global teniendo por justificación un
terrorismo importado desde lejanas tierras, cuna de las primeras civilizaciones
humanas, que entonces no conocían-ni podían-hasta dónde sus asentamientos
estaban cultivados por el fruto del oro negro, origen de las calamidades más
notorias del siglo XX y XXI. Probado o no, hasta dónde está involucrado Buch en
el proyecto de destrucción de las Torres Gemelas; fue el comodín perfecto para
la escalada guerrerista, justificada ante el norteamericano y el mundo como
lucha contra el terrorismo.
Por muchas explicaciones y argumentos que se puedan
brindar, resulta a todas luces paradójico que las agencias de seguridad en los
Estados Unidos les sorprendiera una acción de tal magnitud en el mismo corazón
del imperio; en una sociedad donde el control que se ejerce abarca a todas las
manifestaciones de la vida cotidiana: grupos, partidos, organizaciones,
religiones, etc. Crear un mito, justificar una política, desatar un conflicto,
ha sido práctica probada en la historia norteamericana desde sus orígenes como
nación, más viable con el dominio de las altas tecnologías de la
información y en posesión casi exclusiva de ellos.
La retórica del bipartidismo norteamericano ha
quedado incapacitada de justificaciones
después del año 2000, Obama no ha hecho otra cosa que darle continuidad al
fanatismo antiterrorista del republicano antecesor, olvidando los “loables”
pronunciamientos de campaña electoral ante el norteamericano, tan afín a
participar y dar por hecho que lo que se dice, es lo que después se hace; cuando
la práctica nos enseña que lo que se pronuncia es bien diferente de lo que se
ejecuta.
Allí donde las alianzas no responden a los intereses
de esa nación, simplemente se desvanecen, pues los grupos de
poder-económicos-jamás han creído en ellas, tampoco en pronunciamientos de
campañas, vengan del lado republicano o del campo demócrata, pues el poder no
reside precisamente en el mandato presidencial o constitucional, sino en el
económico, que mueve a su antojo los
pronunciamientos políticos; más se ha hurgado muy poco en la base social
de apoyo que tradicionalmente se ha experimentado en la sociedad norteamericana
que han hecho posible llevar adelante infinidad de planes expansionistas durante
los últimos tres lustros, hasta dónde expansión e imperio caló en la vida del
norteamericano haciéndolo proclive a asimilar las más nocivas tendencias
ideológicas requerirá de no pocos desvelos para los investigadores.
Sobre la historia norteamericana pesa el no
descifrado caso de JFK; investigado por la Comisión Warren,
desde entonces una y otra vez han aparecido hipótesis sobre el tema, tienen
como resultado no poder determinar de dónde vino el golpe fatal, tan oscurecido
hecho y su esclarecimiento removerían los propios cimientos de la tan exaltada
democracia, si no ha sido llevado hasta sus últimas consecuencias es porque lo
consideran como en otros tantos casos como un problema de seguridad nacional,
pues vendría a poner al descubierto las
bases reales en la cual se sustenta el poder en los Estados Unidos.
La tendencia geopolítica Buch-Obama arrastra a la
humanidad a una guerra tal como arrastró a la Alemania hitleriana a la II
Guerra Mundial; la batalla planteada por la energía tiene el trasfondo de los grupos económicos
de poder en los Estados Unidos; el desespero de la crisis, la cada más vez más
devaluada moneda universal, el insólito crecimiento chino y la reapertura rusa
en el escenario internacional, aparecen como las tendencias fundamentales del
desenfreno imperialista que ve más allá de toda retórica, pede perder el
antiguo posicionamiento global.
La lucha “justificada” contra el terrorismo es de
posiciones a escala global por los recursos vitales, soslayarlo es como negar
que el día tenga 24 horas y tan solo 6 para destruirlo.